El impacto de la inmigración coreana en Yucatán: historia, tradiciones y su legado cultural

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En el año 1904, durante la presidencia de Porfirio Díaz, México vivió un notable auge económico. Este crecimiento estuvo impulsado por la acelerada inversión de capital estadounidense en sectores clave como la minería, el petróleo y los ferrocarriles. En este contexto, Yucatán experimentó un incremento significativo en la producción de henequén, conocido como el oro verde, lo que convirtió a la región en una de las más prósperas del país. Esta prosperidad generó una creciente demanda de mano de obra, facilitando la llegada de inmigrantes, especialmente de Asia.

Al otro lado del océano Pacífico, Corea enfrentaba una crisis profunda. La victoria de Japón en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) puso de manifiesto la inminente pérdida de soberanía de Corea. Mientras algunos patriotas coreanos luchaban contra el dominio colonial, muchos optaron por buscar nuevas oportunidades a través de la emigración. En este contexto, los periódicos de la época prometían un futuro mejor en plantaciones en lugares como California, Hawái y México.

La llegada de los coreanos a Yucatán

El 14 de mayo de 1905, un grupo de 1,033 coreanos partió del puerto de Jemulpo (actualmente Incheon) a bordo del barco británico Ilford, arribando a Progreso, Yucatán, como trabajadores contratados para las haciendas. Sin embargo, en 1910, Corea fue formalmente anexada por Japón, dejando a estos inmigrantes en una situación de apatridia. Con el estallido de la Revolución Mexicana, el sistema de plantaciones se desmoronó, lo que provocó que muchos coreanos perdieran su sustento.

En 1921, y frente a la crisis económica, alrededor de 300 coreanos decidieron emprender un nuevo viaje hacia Cuba, donde encontraron trabajo en plantaciones de caña de azúcar. A pesar de las adversidades, han mantenido viva su identidad cultural y su conexión con Corea. El libro “Memorias de la Vida y Obra de los Coreanos en México desde Yucatán”, escrito por José Sánchez-Pac, documenta esta historia de resistencia y adaptación.

Preservación de la identidad cultural

Un ejemplo notable es el testimonio de Martha Lim Kim, descendiente de inmigrantes coreanos en Cuba, quien en su obra “Coreanos en Cuba” narra cómo la comunidad ha preservado su identidad a lo largo de los años. A pesar de las dificultades económicas tras el colapso del mercado azucarero, los coreanos en Cuba continuaron enviando apoyo a la lucha por la independencia de Corea.

Contribuciones a la educación y la cultura

Entre los inmigrantes que llegaron en el Ilford, se encontraba Kim Ik-joo (Joaquín Kim), quien apenas tenía 15 años al comenzar su vida en la hacienda Chocholá, en Mérida. Tras cuatro años de trabajo arduo, se trasladó a Tampico, donde estableció un negocio de té y más tarde inauguró la primera cafetería de estilo coreano en México. Kim se convirtió en un líder de su comunidad, promoviendo la idea de un Corea autónoma y uniendo a los coreanos dispersos en el continente hasta su fallecimiento en la Ciudad de México, poco después del estallido de la Guerra de Corea.

Sin acceso a la educación formal, la primera generación de inmigrantes coreanos se dedicó a aprender idiomas y adaptarse a su nuevo entorno. Trabajando junto a los indígenas mayas en las haciendas, primero dominaron el idioma maya antes de aprender español. Reconociendo el valor de la educación, los líderes de la comunidad coreana en México priorizaron establecer escuelas. Así, fundaron instituciones educativas en haciendas y mercados de Yucatán.

Las primeras escuelas coreanas

En 1910, se inauguró la primera escuela nacional coreana, Sung-Mu (숭무학교), que ofrecía clases de español y coreano, además de historia y artes marciales tradicionales como taekwondo. Posteriormente, surgieron otras escuelas como Jin-Sung (진성학교) en la plantación Itzincab y Hae-Dong (해동학교) en San Sebastián, que en 1917 recibió reconocimiento oficial del Ministerio de Educación de México. Más recientemente, se inauguró una placa conmemorativa en el Mercado de San Benito, celebrando más de un siglo de intercambio cultural.

Legado contemporáneo en Mérida

Hoy en día, Mérida alberga la Asociación de Descendientes Coreanos, presidida por Duran Kong. La ciudad ha integrado esta rica historia en su identidad, convirtiéndose en un espacio donde coexisten la herencia coreana y la cultura mexicana. Monumentos como el Monumento Centenario de la Inmigración Coreana, que lleva grabados los nombres de los 1,033 inmigrantes, y el Hospital de la Amistad Corea-México, son testimonios del legado de esta comunidad.

La Avenida República de Corea es otra vía que rinde homenaje a esta historia compartida, y se instaló la escultura “Greetingman” del artista coreano Yoo Young-ho, simbolizando el respeto mutuo entre las dos culturas. La Esquina El Chemulpo, nombrada en honor al puerto de Incheon, evoca la memoria de aquellos que llegaron con esperanzas y sueños.

Al otro lado del océano Pacífico, Corea enfrentaba una crisis profunda. La victoria de Japón en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) puso de manifiesto la inminente pérdida de soberanía de Corea. Mientras algunos patriotas coreanos luchaban contra el dominio colonial, muchos optaron por buscar nuevas oportunidades a través de la emigración. En este contexto, los periódicos de la época prometían un futuro mejor en plantaciones en lugares como California, Hawái y México.0

Al otro lado del océano Pacífico, Corea enfrentaba una crisis profunda. La victoria de Japón en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) puso de manifiesto la inminente pérdida de soberanía de Corea. Mientras algunos patriotas coreanos luchaban contra el dominio colonial, muchos optaron por buscar nuevas oportunidades a través de la emigración. En este contexto, los periódicos de la época prometían un futuro mejor en plantaciones en lugares como California, Hawái y México.1

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