En un mundo donde los titulares a menudo deslumbran más que la realidad, surge una pregunta incómoda: ¿realmente se están tomando medidas efectivas en la cooperación en seguridad entre México y EE.UU., o es solo un intento de mostrar acción ante los medios? La reciente conferencia de prensa de la presidenta Claudia Sheinbaum, tras su encuentro con el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, arroja luz sobre un nuevo programa de cooperación, pero los detalles son más complicados de lo que parecen.
Análisis de los números detrás de la cooperación
La cooperación en seguridad anunciada se describe como un esfuerzo de colaboración en áreas como el intercambio de inteligencia y capacitación. Sin embargo, resulta crucial analizar si estas medidas realmente impactarán en la lucha contra los carteles y el crimen organizado. Hasta ahora, la cooperación ya existía, pero la pregunta es: ¿qué datos de crecimiento respaldan esta nueva fase de colaboración?
Ambos países han estado intercambiando información, pero el aumento en este intercambio no necesariamente se traduce en una disminución de la violencia o del crimen. Es fundamental observar las cifras de criminalidad en ambos lados de la frontera para comprender si las iniciativas están generando un cambio real. Por ejemplo, el aumento en el número de armas ilegales que cruzan hacia México sigue siendo un problema crítico que no se aborda con la simple promesa de cooperación.
Además, la propuesta de realizar más ejercicios de entrenamiento conjunto entre las fuerzas armadas de ambos países es un paso positivo, pero nuevamente surge la cuestión: ¿cuál es el retorno de esta inversión en términos de seguridad pública? La realidad es que el burn rate de recursos en estos programas podría ser elevado sin resultados tangibles si no se establece un claro PMF (product-market fit) entre las necesidades de México y las ofertas de EE.UU.
Lecciones de fracasos pasados
He visto demasiadas iniciativas de seguridad fallar por falta de un enfoque pragmático. La historia está llena de acuerdos que prometieron mucho y entregaron poco. Por ejemplo, la implementación de la Iniciativa Mérida no logró reducir significativamente la violencia en México, y muchos de los recursos se desperdiciaron en burocracia y falta de seguimiento. La clave aquí es aprender de estos fracasos y aplicar esos conocimientos a la nueva propuesta.
La experiencia me ha enseñado que la implementación efectiva requiere un enfoque basado en datos, donde cada paso se evalúe a través de métricas concretas. Las promesas de cooperación son solo el primer paso; el verdadero reto radica en su ejecución y en la capacidad de medir su efectividad en el tiempo.
Takeaways prácticos para líderes y fundadores
Para aquellos en posiciones de liderazgo, el mensaje es claro: no se dejen llevar por la retórica. Es crucial que cualquier iniciativa de cooperación esté respaldada por un plan sólido, donde se puedan medir los resultados a corto y largo plazo. La transparencia y el seguimiento son esenciales. Al igual que en el mundo de las startups, donde el CAC (costo de adquisición de clientes) y el LTV (valor de vida del cliente) son métricas fundamentales, en el ámbito de la cooperación en seguridad también debemos establecer un conjunto de KPIs que nos permitan evaluar el éxito o el fracaso de estas iniciativas.
Además, es esencial fomentar una comunicación abierta entre las partes involucradas. La desconfianza puede ser un obstáculo significativo para el progreso, y es aquí donde la claridad en los objetivos y la transparencia en el proceso pueden hacer una gran diferencia.