El paladar no engaña cuando se habla del tomate: su sabor dulce y ácido evoca recuerdos de veranos pasados, de platos preparados con cariño y de tradiciones culinarias que se transmiten de generación en generación. Imagine hundir los dientes en una rebanada de pan recién horneado, untada con una generosa cantidad de tomate fresco, rociada con aceite de oliva virgen extra y una pizca de sal marina. Es una experiencia que despierta los sentidos y nutre el alma.
Sin embargo, detrás de cada plato de pasta al tomate, hay una historia. El tomate, originario de América del Sur, llegó a Europa en el siglo XVI y, aunque inicialmente se consideró tóxico, rápidamente encontró su lugar en la cocina mediterránea. En Italia, se ha convertido en un símbolo de la gastronomía, un ingrediente imprescindible para preparar salsas, pizzas y ensaladas.
Como chef he aprendido que la técnica es fundamental en la cocina. Para lograr una salsa perfecta, elegir los tomates adecuados es esencial. Los tomates San Marzano, con su dulzura y baja acidez, son ideales para una salsa rústica. Una cocción lenta permite concentrar los sabores y desarrollar ese característico umami que marca la diferencia.
Además, la filiera corta es crucial. Apoyar a los productores locales y optar por tomates de temporada no solo garantiza frescura, sino que también protege el terroir. Cada variedad de tomate cuenta la historia de su tierra, su clima y la pasión de quienes lo cultivan.
Te invito a preparar un sencillo y delicioso sugo de tomate en casa. Utiliza ingredientes frescos y de calidad, y no temas experimentar en la cocina. Detrás de cada plato hay una historia, y quizás la tuya comience aquí, con un plato de pasta al pomodoro que encierra todo el amor por la cocina italiana.
