La vida de un fantaseólogo
Rubén Díaz se autodenomina un fantaseólogo, un título que refleja su misión de llevar esperanza y creatividad a la vida de las personas. Originario de Ituzaingó, este artista ha dejado su huella en la comunidad al recrear las 7 maravillas del mundo en su ciudad natal. Desde la Torre Eiffel hasta el Coliseo Romano, sus obras son un testimonio de su pasión por el arte y la fantasía. Sin embargo, su reciente incursión en el mundo del stand up ha añadido una nueva dimensión a su carrera, permitiéndole conectar con su audiencia de una manera más personal y divertida.
El salto al stand up
El 17 de marzo, Díaz debutó con su espectáculo “Todo me pasa a mí” en el complejo Paseo La Plaza. Este show no solo es una plataforma para su comedia, sino también un espacio donde reflexiona sobre temas profundos como el amor, la amistad y la vejez. A través de su personaje, que enfrenta el Alzheimer, Díaz aborda la devaluación de las personas mayores en la sociedad actual. “Se nos llama gerontos, pero tenemos mucho que ofrecer”, afirma con determinación. Su enfoque autodidacta en la comedia, inspirado por otros comediantes, le ha permitido desarrollar un estilo único que resuena con el público.
Arte y filosofía de vida
Más allá de su carrera en el stand up, Rubén también es un ferviente defensor de la fantaseología, una filosofía que promueve la creatividad y la imaginación. A través de sus charlas en colegios y universidades, busca empoderar a los jóvenes, instándolos a soñar sin límites. “La fantasía es una cuestión de fe, como la religión”, dice. Su arte, que incluye murales y esculturas, es una extensión de esta filosofía, ya que busca provocar emociones y reflexiones en quienes lo contemplan. La última obra en la que trabaja es una réplica de la ciudad de Petra, un proyecto que combina su amor por el arte y su deseo de compartir experiencias significativas con su comunidad.
Un artista sin fronteras
Con un recorrido por 129 países, Rubén ha llevado su arte a diferentes rincones del mundo. En algunos lugares, se convierte en un artista callejero, creando y regalando sus obras a quienes se cruzan en su camino. “Soy terrícola, desconozco las fronteras”, dice, enfatizando su visión global y su deseo de conectar con las personas a través del arte. Aunque su enfoque es altruista, también ha encontrado oportunidades para vender su trabajo en lugares exclusivos como Ibiza. Sin embargo, su verdadera satisfacción proviene de ver cómo su arte puede cambiar la perspectiva de las personas y brindarles un momento de alegría y reflexión.