Al amanecer en Juluchuca, se despliega un espectáculo natural en el horizonte. En el pasado, los manglares de esta región enfrentaban serios peligros debido a la agricultura intensiva y la cría de ganado. Sin embargo, hoy en día, este lugar se ha transformado en un santuario donde las garzas surcan el cielo y el agua salobre fluye a lo largo de un estuario revitalizado. Este cambio es el resultado de un esfuerzo conjunto que comenzó en Playa Viva, un eco-resort que ha crecido en armonía con su entorno natural.
La transformación ecológica inició hace más de veinte años, cuando el diseñador en permacultura Odin Ruz llegó a la zona. Al analizar el daño causado por cultivos de cocos y la ganadería, Ruz concluyó que la clave para la recuperación del ecosistema era observar y entender el entorno. “Antes de iniciar cualquier construcción, lo más esencial era estudiar”, comentaba Ruz. Este enfoque permitió que su equipo abriera canales de estuario bloqueados y plantara diversas especies de manglares. Así, el diseño inicial del terreno marcó el camino hacia un desarrollo sostenible.
Colaboración con la comunidad pesquera
Uno de los principales desafíos fue el escepticismo de los pescadores locales, quienes habían estado talando manglares para mejorar sus capturas. Ruz, consciente de la preocupación de la comunidad, se propuso cambiar su perspectiva. “Es fundamental restaurar la mentalidad de las personas antes de restaurar el ecosistema”, afirmaba. Al demostrar que un ecosistema saludable lleva a mejores cosechas de camarones, logró convertir a los pescadores en aliados en el proceso de regeneración.
Un legado de principios regenerativos
El proyecto de Playa Viva fue respaldado por sus fundadores, David Leventhal y Sandra Kahn, así como por la Fundación Guerreros Verdes, que contribuyó a la adquisición de la tierra bajo la condición de seguir principios de regeneración. La idea original era construir un pequeño albergue que coexistiera con la naturaleza, lo que llevó a la creación de lo que Leventhal describiría como “lujo en la naturaleza”.
A medida que los años avanzaron, la visión de regeneración se materializó en un modelo conocido como ReSiMar, que busca restaurar cuencas hidrográficas y reconstruir comunidades a lo largo de la costa del Pacífico mexicano. Este programa, desarrollado en colaboración con la organización sin fines de lucro Legacy Regenerativa México, busca conectar la tierra, el agua y las comunidades bajo un mismo objetivo.
Reconocimiento de las tradiciones indígenas
El trabajo de regeneración en Playa Viva no se basa únicamente en la ciencia moderna; también incorpora una rica historia cultural. Antes de que se iniciaran las obras, el equipo investigó el uso ancestral de la tierra, que había sido habitada por los Cuicatecos, un pueblo indígena con un profundo conocimiento ecológico. Este legado de gestión sostenible se ha revitalizado en la actualidad, creando un nuevo enfoque que busca equilibrar la salud del ecosistema con el bienestar de la comunidad.
La educación como motor de cambio
La educación juega un papel crucial en este proceso de transformación. En asociación con Enseña por México y Mexicanos Primero, se desarrolló un currículo de educación regenerativa que tiene como objetivo restaurar la sensibilidad y la creatividad en los estudiantes. Patricia Vázquez, CEO de Mexicanos Primero, destaca que “invertir en educación es invertir en regeneración”. Esta iniciativa no solo beneficia el aprendizaje académico, sino que también promueve una conexión más profunda con la naturaleza.
Un programa de “Adoptar un Estudiante” permite que los visitantes de Playa Viva contribuyan a mantener a los niños en la escuela, cubriendo gastos que de otro modo podrían forzarlos a abandonar. Muchos de estos estudiantes ahora desempeñan un papel activo en la comunidad, ayudando a guiar a las generaciones más jóvenes en actividades de verano y proyectos de conservación.
Empoderamiento de las mujeres en la comunidad
Un aspecto transformador del modelo ReSiMar ha sido el empoderamiento de las mujeres locales. La creación de la Cooperativa de Mujeres Juluchuca ha permitido que las mujeres no solo participen en la agricultura, sino que también lideren la gestión ecológica. Este cambio ha redefinido las posibilidades para muchas mujeres en una comunidad donde su participación en roles públicos era escasa. Cuatro mujeres líderes están al frente de la operación de ReSiMar, demostrando que el liderazgo femenino está cambiando las dinámicas comunitarias.
Playa Viva se ha convertido en un ejemplo de cómo la regeneración ecológica puede ser una fuerza poderosa para el cambio social. Al operar de manera autosuficiente, utilizando energía solar y sistemas de gestión del agua, el resort establece un modelo de desarrollo sostenible que puede ser replicado en otras regiones. La historia de Juluchuca nos recuerda que la transformación comienza en la mente colectiva. Cuando las comunidades cambian su perspectiva sobre la tierra, los resultados son significativos y duraderos.



