El aroma de la comida puede ser un poderoso evocador de recuerdos. Hay sabores que, al ser probados, nos transportan instantáneamente a momentos específicos de nuestra vida. Para mí, los tacos de lengua son esos sabores. Más concretamente, los de “Tacos Don Fello” en el mercado de Coyoacán, donde cada bocado es un viaje a la infancia. Recuerdo que cuando era pequeño, mis padres me llevaban a disfrutar de esos tacos, y cada visita era un festín de sensaciones que quedaría grabado en mi memoria.
Un viaje al pasado con cada bocado
Cuando tenía tres o cuatro años, sentarme en el mostrador de los tacos era un ritual. Mis padres pedían varios tacos de lengua mientras yo esperaba con ansias mi soda, servida de una manera peculiar: el refresco se vertía en una pequeña bolsa plástica. Era un capricho de los años noventa, algo que me hacía sonreír. Después de devorar mis tacos, mi recompensa era un paseo para comprar pequeños juguetes, esos momentos insignificantes se convirtieron en recuerdos imborrables. La sencillez de comer tacos y pasear por el mercado me llenaba de felicidad.
Una tradición culinaria arraigada
La cultura mexicana ha enfrentado numerosas crisis a lo largo de los años, y en cada una de ellas, ha sabido aprovechar al máximo cada parte de los animales que consumimos. La tradición de comer cabezas de res es una práctica que se remonta a siglos atrás. Desde los tiempos coloniales, gran parte de la carne de res se secaba y se consumía en formas como el tasajo o la cecina. Las partes menos valoradas de la carne, como los órganos y la cabeza, se cocinaban en platillos como la barbacoa. Las recetas de barbacoa de cabeza de res son comunes en muchos libros de cocina mexicanos del siglo XIX, testimonio de cómo nuestra gastronomía ha evolucionado.
El origen de los tacos de cabeza
En 1936, según cuentan los lugareños de Jalisco, dos hombres abrieron el primer puesto de tacos en Arandas, vendiendo tacos de cabeza. Es fascinante cómo una simple historia puede conectar tradiciones culinarias. La familia detrás de “Tacos Don Fello” también proviene de Jalisco, y puedo afirmar con certeza que saben lo que hacen. La experiencia de comer en un puesto de tacos es única, y nadie abrirá un plato para mostrar una cabeza de mono; en su lugar, lo que verás es una tortilla rellena de carne, ya sea de lengua, cerebro o cachete.
La magia detrás de los tacos
Cuando el taquero retira el plástico que cubre la carne, el aroma que emana es simplemente increíble. La forma en que prepara cada taco es un arte: calienta las tortillas al mismo tiempo que la carne, corta finamente la carne en una tabla de madera desgastada, y luego la coloca con cuidado en tu plato. Agregar un poco de cilantro, cebolla y salsa es la culminación de una experiencia casi poética. Es un momento que muchos no entenderán a menos que lo vivan.
Una receta que nos une
Entiendo que Coyoacán puede estar lejos para muchos, y para quienes no están en México, conseguir lengua de res o tortillas puede ser un desafío. Sin embargo, aquí hay una receta sencilla que utiliza una de las partes más tiernas de la cabeza: la lengua. La lengua es un manjar que, si se cocina correctamente, se derretirá en la boca. Pero sé que salir de nuestra zona de confort puede ser complicado. Probar algo nuevo siempre lleva un poco de valentía. ¿Quién no recuerda el primer bocado de un platillo extraño? A veces, el mayor descubrimiento se encuentra en lo desconocido.
Un legado de sabores y recuerdos
Si mis abuelos no me hubieran presentado el atole de cáscara —una bebida de cacao que a muchos les parecería extraña—, quizás no habría descubierto que se convirtió en mi favorita. Igualmente, si mis padres no me hubieran dado un taco de lengua cuando era niño, tal vez no lo consideraría uno de mis tacos preferidos hoy. Así que, ¿te atreverías a dar ese primer bocado? Podrías descubrir un nuevo sabor favorito. A menudo, introducir nuevos sabores a alguien puede crear memorias hermosas y duraderas.
¿Alguna vez has probado tacos de lengua? ¿Te atreverías a darles una oportunidad? La aventura culinaria que ofrecen es, sin duda, un testimonio de nuestra rica cultura gastronómica.