En la segunda mitad de este año electoral, la política en Argentina se siente más atrapada que nunca por las elecciones de medio término. La tensión entre el presidente Javier Milei y los gobernadores provinciales ha alcanzado niveles extremos. De hecho, ni siquiera lograron superar sus diferencias en un momento tan simbólico como el Día de la Independencia. Pero, ¿esta división es realmente por el bienestar del país o más bien por las candidaturas electorales? A pesar de que Milei sostiene que defiende el superávit fiscal, su negativa a aumentar la financiación para universidades y pensiones parece estar más ligada a su estrategia electoral que a una verdadera preocupación económica. El superávit fiscal, que debería ser un pilar para estabilizar la economía, ha generado un déficit en la balanza de pagos que supera los 5 mil millones de dólares en el primer trimestre. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿es sostenible esta política monetaria a largo plazo?
¿Son realmente tan importantes estas elecciones de medio término?
Parece que todos están hablando de las elecciones de medio término, pero, ¿son tan cruciales como se dice? Solo la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado están en juego. Aunque las proyecciones apuntan a que los libertarios podrían ganar terreno, esto sucederá en gran medida a expensas de los partidos de centro-derecha que ya apoyaban al gobierno. En lugar de esperar que el nuevo Congreso post-electoral brinde a los libertarios el respaldo necesario para reformas estructurales, el gobierno debería concentrarse en cómo avanzar en las reformas críticas con lo que tiene a su disposición. Después de todo, el futuro no promete un cambio radical.
Un ejemplo que vale la pena considerar es el de Brasil. Allí, tanto los gobiernos de izquierda como de derecha han entendido que muchos parlamentarios no se alinean estrictamente a una ideología, sino que pertenecen al centrão, un grupo de pequeños partidos que responden a intereses locales. A pesar de la retórica anti-casta que Milei promueve, Jair Bolsonaro también tuvo que convivir con el centrão desde el inicio de su presidencia. Aceptar esta realidad ha permitido a varias administraciones brasileñas implementar legislaciones importantes, lo que ha colocado a Brasil en una trayectoria ascendente, mientras Argentina sigue luchando contra el declive.
Repensar la gestión fiscal y las reformas necesarias
La obsesión del gobierno argentino por el superávit fiscal ha llevado a soluciones para las universidades y pensiones que se reducen a recortes indiscriminados. Pero, ¿y si existieran enfoques más sensatos que no solo mantuvieran la fiscalidad positiva, sino que también mejoraran la calidad de la educación superior? Por ejemplo, reducir el número de universidades y estudiantes mediante la restricción de la admisión podría liberar recursos para mejorar los salarios académicos y financiar becas para familias de bajos ingresos. Este tipo de reformas no solo es pragmático, sino que también podría alinearse con un pensamiento de centro-derecha que busca resultados en lugar de recortes por recortes.
Por otro lado, la oposición ve el problema como uno de salarios más dignos para los docentes y pensiones más justas para los jubilados. Sin embargo, la situación es más compleja. Los problemas demográficos, como la caída del índice de natalidad (que ha disminuido un 41% en los últimos nueve años), están comenzando a afectar la estructura del sistema de pensiones. A finales de esta década, Argentina podría perder su bono demográfico, complicando aún más las cuestiones laborales y de pensiones. Aumentar la edad de jubilación podría aliviar la presión sobre el sistema, pero también podría profundizar el problema del desempleo juvenil.
Hacia una política más pragmática y menos polarizada
En los últimos tiempos, parece que las “fuerzas del cielo” están en ascenso, pero lo que realmente necesita la política argentina es un enfoque más pragmático y menos dogmático. En lugar de permitir que la polarización elimine el terreno intermedio, este espacio debería asumir un papel más asertivo, similar al que se ha visto en Brasil. La política argentina podría beneficiarse enormemente de una mayor apertura al diálogo y la colaboración, sin las ataduras de ideologías estrictas. La clave estará en encontrar un equilibrio que permita avanzar en reformas que beneficien a todos los argentinos, en lugar de quedar atrapados en luchas de poder que frecuentemente no llevan a ningún lado.