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Durante las elecciones de 2020, el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, gastó cientos de millones de dólares; con el fin de atraer a posibles votantes demócratas. La situación no es un gasto político tradicional.
Zuckerberg, financió organizaciones sin fines de lucro antes de las elecciones
El empresario financió una toma de control privada y selectiva de las operaciones electorales del gobierno por parte de organizaciones sin fines de lucro nominalmente no partidistas pero manifiestamente ideológicas.
Un análisis realizado por New York Post muestra que este dinero aumentó significativamente el margen de votos de Joe Biden en estados clave.
En lugares como Georgia, donde Biden ganó por 12,000 votos, y Arizona, donde ganó por 10,000, el gasto probablemente lo puso en la cima.
Los expertos, señalan que esta fusión sin precedentes de oficinas electorales públicas con recursos y personal privados es una seria amenaza para nuestra república y debería ser el foco de los esfuerzos de reforma electoral en el futuro.
A su vez, destacan que la elección de 2020 no fue robada. Sin embargo, probablemente fue comprado por uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo; que invirtió su dinero a través de lagunas.
Las exigencias del aporte económico
El Centro para la Tecnología y la Vida Cívica (CTCL) y el Centro para la Investigación e Innovación Electoral (CEIR) pasaron la asombrosa cantidad de $ 419.5 millones que gastó Mark Zuckerberg a las oficinas electorales del gobierno local, y vino con condiciones, algo que influyó en el voto demócrata y las elecciones de 2020.
Cada subvención CTCL y CEIR detallaba con gran minuciosidad las condiciones bajo las cuales se utilizaría el dinero de la subvención.
No se trataba de que los demócratas gastaran más que los republicanos. El financiamiento privado de la administración electoral era desconocido en el sistema político de los Estados Unidos antes de las elecciones de 2020.
Las intenciones tras el financiamiento
El gran dinero de CTCL y CEIR no tenía nada que ver con el financiamiento tradicional de campañas, cabildeo u otros gastos asociados con elecciones modernas cada vez más caras.
Tenía que ver con la financiación de la infiltración de activistas de izquierda en las oficinas electorales a nivel de ciudad y condado. Y, el uso de esas oficinas como una plataforma para implementar prácticas administrativas preferidas, métodos de votación y acuerdos de intercambio de datos; así como para lanzar campañas intensivas de divulgación en áreas donde abundan los votantes demócratas.
