La última alfarera de Pantoja: un legado familiar

En un rincón pintoresco de Guanajuato, donde los ladrillos son moldeados a mano y cocidos en hornos rústicos, vive Nicanora Valdez, la última alfarera de su familia. Con más de setenta años de vida, Nicanora no solo crea hermosos tazones de cerámica, sino que también preserva una tradición que ha pasado de generación en generación. Su historia es un testimonio de resiliencia y pasión por el arte, un relato que captura la esencia de la cultura mexicana.

La conexión con la tierra y la tradición familiar

Desde pequeña, Nicanora ha estado inmersa en el mundo de la alfarería. Recuerda con cariño cuando su padre, Esteban Valdez, le decía: “Toma un poco de lodo y comienza a trabajar.” Esta simple instrucción marcó el inicio de su viaje artístico. Esteban, un maestro alfarero, recolectaba arcilla de un arroyo cercano y la transformaba en bellas piezas decoradas con animales y figuras históricas. La influencia de su padre y su abuelo es palpable en cada tazón que Nicanora crea.

La vida en su ranchito es sencilla. Ella no solo se dedica a hacer cerámica, sino que también disfruta de actividades como coser y cuidar su jardín. Sin embargo, ha tenido que enfrentar la dura realidad de la pérdida. La muerte de sus padres, que ocurrió en un corto periodo de tiempo, la dejó con un vacío profundo. Después de ese duelo, Nicanora se alejó del arte que la había definido durante tanto tiempo. La cerámica, aunque siempre presente en su vida, quedó en un segundo plano.

Un nuevo comienzo gracias a la amistad

Fue en 2024 cuando un extraño llegó a su puerta, buscando a su padre. Este encuentro cambió el rumbo de su vida. Al enterarse de su pérdida, el hombre la presentó a Joe Molinaro, un artista estadounidense de cerámica que vivía en San Miguel de Allende. Con su ayuda, Nicanora encontró la motivación para volver a trabajar con la arcilla. “Nunca imaginé que este hombre me llevaría de vuelta a mi pasión”, dice Nicanora, sonriendo al recordar cómo comenzó esta nueva etapa de su vida.

Hoy en día, con la ayuda de Joe y su esposa Mary, Nicanora puede recibir el apoyo necesario para seguir creando sus bellas piezas. La amistad que han forjado es un pilar fundamental en su vida. A menudo bromean y comparten risas, lo que ha traído un nuevo aire a su hogar. “A veces, Joe dice que Mary es ‘mucho problema para mí’ y yo le lanzo una piedra para que lo diga en serio”, ríe Nicanora, mostrando la alegría que ha recuperado.

El proceso creativo de Nicanora

Reunirse con Nicanora es sumergirse en un mundo donde la arcilla cobra vida. Cuando visité su taller, me mostró cómo crea sus tazones. Comienza con una pequeña bola de arcilla, calentándola en sus manos antes de aplastarla sobre una piedra que ha sido testigo de generaciones de alfareros. Luego, con habilidad, coloca la arcilla sobre un molde, cortando el exceso con un hilo, una técnica que aprendió de su padre. Este proceso, que a simple vista parece sencillo, es en realidad un arte que requiere precisión y amor.

Una vez que los tazones están formados, los deja secar al sol. Después, Nicanora los pinta con pigmentos traídos por sus amigos, decorando cada pieza con motivos que reflejan su vida y su entorno. “Es un homenaje a mi padre, a lo que él me enseñó”, dice orgullosa, mientras firma cada tazón con sus iniciales: N.V. Este toque personal es su manera de rendir homenaje a su legado familiar.

El impacto de su arte en la comunidad

Nicanora no tiene un horno propio para cocer sus piezas, por lo que Joe se encarga de cocerlas en su taller. Este proceso no solo garantiza que sus obras tengan un acabado duradero, sino que también crea un vínculo entre ambos artistas. A través de este trabajo en conjunto, Nicanora ha podido compartir su arte con el mundo, vendiendo sus tazones en línea. “Es una forma de mantener viva la tradición y también de ayudarme económicamente”, explica con una mezcla de gratitud y humildad.

La venta de sus obras le ha proporcionado una independencia que no había tenido antes. Con el dinero que gana, puede cubrir sus necesidades básicas y, sobre todo, volver a disfrutar de la vida. La conexión con sus raíces y su historia la motiva a seguir creando, pieza tras pieza. “Cada vez que termino un tazón, siento que estoy uniendo el pasado y el presente”, dice Nicanora, con una mirada que denota orgullo y satisfacción.

Una mirada al futuro

A medida que los años pasan, Nicanora enfrenta los desafíos de la edad. Su cuerpo ya no responde como antes, y permanecer horas en su taller se ha vuelto más difícil. Sin embargo, la pasión por su arte sigue intacta. Cada tazón que crea es un testimonio de su amor por la cerámica y su deseo de mantener viva la historia de su familia.

En el camino de regreso a San Miguel, mientras pasamos por la fábrica de ladrillos en Pantoja, me invade una sensación de esperanza. Espero que la historia de Nicanora y su arte sean descubiertas por muchos a través de las redes. Tal como se ha honrado el legado de su padre, es importante que su propia historia no se pierda en el tiempo.

Agradezco a Mary y Joe Molinaro, quienes me introdujeron a Nicanora y generosamente compartieron su conocimiento. Si deseas preservar la historia de Nicanora y su familia, puedes comprar uno de sus tazones contactando a Joe directamente.