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En Argentina, el fútbol no es solo un deporte; es una pasión que atraviesa todas las capas sociales. Sin embargo, en las últimas semanas, esta pasión se ha visto entrelazada con la protesta social, especialmente en el contexto de la movilización de jubilados que buscan visibilizar sus reclamos.
La presencia de barras bravas en estas manifestaciones ha encendido las alarmas en el Gobierno, que teme que estas reuniones se conviertan en focos de disturbios.
La movilización de los jubilados y el papel de las barras bravas
Desde que Javier Milei asumió la presidencia, los jubilados han intensificado sus protestas, reclamando por los retrasos en sus pagos y condiciones de vida dignas. Este miércoles, más de 15 hinchadas se autoconvocaron para apoyar a este grupo, generando un ambiente de tensión en las calles.
La participación de barras bravas, que tradicionalmente han sido vinculadas a la violencia y el desorden, ha llevado al Ministerio de Seguridad a implementar un operativo policial sin precedentes, similar al que se utiliza en los Superclásicos, con la presencia de 1.000 agentes.
La respuesta del Gobierno y las sanciones a los hinchas
Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, ha sido clara en su postura: cualquier acto de violencia o desorden será sancionado. La ley establece que entorpecer el funcionamiento de los servicios públicos es un delito, y el Gobierno está decidido a aplicar estas sanciones con firmeza.
La amenaza de prohibiciones de concurrencia a los estadios para aquellos que infrinjan la ley se ha convertido en un tema candente en las redes sociales, donde los hinchas han expresado su apoyo a los jubilados, pero también su rechazo a la represión policial.
Un panorama complejo para el futuro
La situación se complica aún más por la percepción del Gobierno de que estas movilizaciones tienen un trasfondo político, buscando desestabilizar la administración actual. Las barras bravas, que históricamente han sido utilizadas como herramientas políticas, ahora se encuentran en el centro de un debate sobre la legitimidad de las protestas. Con la presión social en aumento y la respuesta del Gobierno cada vez más contundente, el futuro de estas movilizaciones es incierto. La tensión entre el amor por el fútbol y la lucha por los derechos sociales se convierte en un campo de batalla donde todos los actores tienen algo que perder.
