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Un nombramiento polémico
La reciente designación de Úrsula Basset como nueva directora de Derechos Humanos de la Cancillería Argentina ha desatado un torrente de reacciones en el ámbito político y social. Conocida por su postura ultraconservadora y su oposición a la agenda de género y los derechos LGBTQ+, Basset llega a un cargo que históricamente ha sido ocupado por expertos en derechos humanos con una sólida trayectoria en el ámbito internacional.
Su nombramiento, formalizado en el Boletín Oficial, se produce en un momento en que Argentina enfrenta críticas internacionales por sus políticas aislacionistas, especialmente en relación con organismos como la ONU y la OEA.
Un contexto de críticas internacionales
La llegada de Basset al cargo coincide con un aumento de las críticas hacia el gobierno argentino por parte de organismos internacionales. La Comisión de Derechos Humanos de la OEA y Amnistía Internacional han expresado su preocupación por las posiciones del país en temas de derechos humanos.
En este contexto, la nueva directora deberá navegar un terreno complicado, donde las expectativas son altas y las críticas son constantes. La designación de Basset, quien ha defendido posturas controvertidas como la oposición al aborto y la libertad de expresión en redes sociales, plantea interrogantes sobre el futuro de los derechos humanos en Argentina.
Un cambio en la estructura del Ministerio
La designación de Basset también refleja cambios significativos en la estructura del Ministerio de Relaciones Exteriores. Tras la salida de varios funcionarios, la Cancillería se encuentra en un proceso de reestructuración que ha dejado vacantes importantes.
Basset, aunque ya estaba actuando como directora de Derechos Humanos, ahora asume oficialmente un cargo que, en el pasado, ha sido considerado de gran prestigio. Este cambio no solo afecta la dirección de la política de derechos humanos, sino que también plantea preguntas sobre la dirección futura del Ministerio en un contexto de creciente polarización política.