Durante muchos años, la Marigalante fue una visión vibrante en las aguas de Puerto Vallarta, atrayendo a turistas con promesas de aventuras piratas, llenas de fuegos artificiales y duelos de espadas. Sin embargo, diciéndonos la verdad: lo que pocos conocían es que este barco tuvo un inicio muy distinto, alejado de la frivolidad y el deslumbramiento que lo caracterizaría más tarde.
Originalmente concebida como una réplica a gran escala de la Santa María, uno de los barcos que acompañó a Cristóbal Colón en su viaje de descubrimiento en 1492, la Marigalante fue construida con la intención de ser un embajador de paz y diálogo cultural. No era un barco diseñado para la fiesta, sino un símbolo de unidad y entendimiento entre las naciones.
Los inicios de la Marigalante
La historia de la Marigalante comienza en la bulliciosa ciudad portuaria de Veracruz durante los años 80. El visionario detrás de este proyecto era Vital Alsar Ramírez, un científico y navegante español que había encontrado su hogar en México. Conocido por sus épicas travesías en balsas, Alsar soñaba con algo más grande: un barco que pudiera conectar culturas y promover la paz.
Así nació el proyecto “Mar, Hombre y Paz”, que buscaba construir un barco que no representara la conquista, sino el entendimiento humano. La construcción de la Marigalante era un proceso meticuloso; se utilizaban técnicas tradicionales de construcción naval con maderas como madera de caoba y teca, asegurando que el barco no solo fuera un atractivo turístico, sino un verdadero artefacto histórico.
Desafíos y triunfos
A pesar del noble propósito, el sueño enfrentó muchos obstáculos. La devaluación del peso mexicano en 1982 detuvo el avance del proyecto, dejando a la Marigalante varada y olvidada durante años. No obstante, el espíritu de la construcción prevaleció, y con el tiempo, se logró concluir el barco. Finalmente, la Marigalante zarpó en una travesía que la llevaría a puertos de renombre como España, Brasil y Japón, donde ofrecía un mensaje de diálogo y entendimiento.
La metamorfosis en Puerto Vallarta
A medida que la Marigalante navegaba por el mundo, su misión se tornó complicada. Mantener un barco de madera de estas dimensiones y con aspiraciones internacionales resultó ser un desafío financiero insostenible. Eventualmente, fue vendida a propietarios privados y su rumbo cambió drásticamente. En Puerto Vallarta, la industria turística la reinventó como un barco de entretenimiento, lleno de luces y espectáculos.
La Marigalante se transformó en un escenario flotante, donde cada noche los turistas disfrutaban de duelos de espadas, juegos de fuego y un sinfín de actividades festivas. Para muchos, se había convertido en un barco pirata emocionante, lleno de risas y diversión. Sin embargo, las huellas de su pasado noble persistían, aunque en silencio.
El legado de la Marigalante
La esencia de la Marigalante, cuyo nombre es un guiño a su homónima histórica, seguía presente en su estructura, incluso mientras se convertía en un ícono del entretenimiento. La realidad es menos politically correct: el 10 de octubre, su historia alcanzó un giro inesperado. En un día que evocaba su pasado glorioso, la Marigalante comenzó a hundirse lentamente. A pesar de la multitud de curiosos en la playa, su descenso fue inevitable.
Por fortuna, no hubo heridos en el incidente. La imagen de su hundimiento, aunque trágica, dejó una huella profunda en la comunidad. Se habló de restaurarla, pero la decisión fue otra: un nuevo barco, conocido como el Jolly Roger, tomará su lugar, diseñado desde el inicio para el entretenimiento y las experiencias turísticas.
Reflexiones sobre la historia
La vida de la Marigalante plantea preguntas sobre la preservación cultural y la forma en que recordamos el pasado. Aunque sus últimos años fueron como un barco de fiesta, su origen como símbolo de paz y entendimiento no debe ser olvidado. En un mundo donde las narrativas históricas están en constante revisión, la historia de la Marigalante sirve como un recordatorio de las complejidades de la memoria y la identidad cultural.



