A principios del siglo XX, durante la presidencia de Porfirio Díaz, México se convirtió en el epicentro de la inversión estadounidense en recursos naturales como el petróleo y la minería. Este crecimiento económico, especialmente en Yucatán gracias al auge del henequén, también conocido como el oro verde, generó una creciente necesidad de mano de obra. Esta situación, junto con la crisis que enfrentaba Corea bajo el dominio japonés, facilitó la llegada de inmigrantes coreanos a tierras mexicanas.
En 1905, un grupo de 1,033 coreanos zarpó del puerto de Jemulpo (actual Incheon) en el barco británico Ilford, estableciéndose en Progreso, Yucatán. Su objetivo era trabajar en las haciendas como trabajadores bajo contrato. Sin embargo, la situación para los coreanos se complicó cuando en 1910 Japón formalizó la anexión de Corea, dejándolos sin un estado que los respaldara. La Revolución Mexicana, que se desató poco después, marcó el fin de la economía de plantaciones, lo que llevó a muchos a buscar nuevas oportunidades en lugares como Cuba.
La historia de la comunidad coreana en Yucatán
El libro titulado Memorias de la Vida y Obra de los Coreanos en México desde Yucatán, escrito por José Sánchez-Pac en 1973, narra la difícil vida de los inmigrantes coreanos y sus descendientes. A través de relatos de sus padres, se revela cómo estos inmigrantes enfrentaron condiciones de trabajo extremadamente duras. Un ejemplo notable es el testimonio de Martha Lim Kim, quien, como cuarta generación de coreanos en Cuba, documenta en su libro Coreanos en Cuba la lucha por preservar su identidad cultural en un nuevo entorno.
Desafíos y resiliencia
A pesar de la pobreza que siguió al colapso de la industria azucarera, muchos coreanos en Cuba continuaron apoyando financieramente el movimiento por la independencia de Corea. Uno de los inmigrantes, Kim Ik-joo, conocido como Joaquín Kim, llegó a México a los 15 años y logró establecerse al abrir el primer cafetería de estilo coreano en el país. Kim se convirtió en un líder clave en la comunidad, trabajando por una Corea independiente y uniendo a los coreanos dispersos en América hasta su muerte en 1956.
Educación y cultura como pilares de identidad
La falta de acceso a la educación formal llevó a la primera generación de inmigrantes coreanos a aprender español y la lengua maya a través de la convivencia con los trabajadores indígenas en las haciendas. Reconociendo la importancia del conocimiento, los líderes de la comunidad coreana en México priorizaron la educación y establecieron escuelas en diversas localidades y mercados. Este esfuerzo no solo ayudó a preservar su herencia cultural, sino que también facilitó su integración en la sociedad mexicana.
En 1910, se fundó la primera escuela nacional coreana, Sung-Mu School, que ofrecía clases de español y de historia coreana, así como artes marciales tradicionales como el taekwondo. Con el paso de los años, surgieron otras instituciones educativas, como la Jin-Sung School y la Hae-Dong School, esta última siendo la primera en recibir reconocimiento oficial del Ministerio de Educación de México en 1917. Este esfuerzo educativo ha sido fundamental para mantener vivas las tradiciones y la lengua coreana en un nuevo contexto.
Legado contemporáneo
Hoy en día, Mérida alberga la Asociación de Descendientes Coreanos, que celebra y preserva esta rica historia. La ciudad ha integrado este legado como parte de su identidad cultural, destacando monumentos como el Monumento Centenario de la Inmigración Coreana, que rinde homenaje a los 1,033 inmigrantes que dieron el primer paso hacia un nuevo futuro en México. Además, el Hospital de la Amistad Corea-México simboliza la cooperación y el vínculo entre ambas naciones, ofreciendo servicios de salud a la comunidad local.
La Avenida República de Corea y la escultura Greetingman del artista Yoo Young-ho, que representa un gesto de respeto cultural, son ejemplos de cómo la historia de esta diáspora sigue viva en la actualidad. El Museo Conmemorativo de la Inmigración Coreana también juega un rol fundamental en la educación sobre esta historia, presentando murales que mezclan patrones tradicionales coreanos con motivos mexicanos, resaltando el intercambio cultural que ha perdurado por más de un siglo.
Un futuro de esperanza y colaboración
En un contexto global donde el sentimiento antiinmigrante está en aumento, la historia de los coreanos que llegaron a Yucatán en 1905 sirve como recordatorio de que la migración no es solo un acto de supervivencia, sino también de construcción de comunidades sostenibles. A medida que la influencia del K-pop crece en todo el mundo, se están forjando nuevos puentes culturales entre Corea y México, inspirando a nuevas generaciones a mantener viva la llama de la resiliencia y el intercambio cultural.
Con el lanzamiento de su sede en América Latina en la Ciudad de México, HYBE Entertainment está llevando esta colaboración un paso más allá. Mediante iniciativas como el reality show Santos Bravos, que busca formar una boy band latinoamericana, se unen talentos de diversas partes del mundo, incluyendo a jóvenes artistas de México y Brasil. Este enfoque innovador refleja la pasión y el talento que caracterizan tanto a la cultura coreana como a la latina, abriendo un nuevo capítulo en la historia de la música global.



