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En el oscuro mundo de las cárceles mendocinas, un nombre resuena con un eco aterrador: Diego Roberto Casanova, conocido como «El Matapresos». Este individuo, que actualmente cuenta con 45 años, ha forjado una reputación que lo convierte en uno de los personajes más temidos del sistema penitenciario argentino.
Su historia es un relato escalofriante de violencia y crimen que ha dejado una marca indeleble en la sociedad.
Un inicio criminal escalofriante
Casanova ingresó al sistema penal en 2004, tras ser condenado por el asesinato de un jubilado durante un robo.
Desde ese momento, su vida dio un giro oscuro que lo llevaría a convertirse en un asesino serial dentro de las paredes de la prisión. Su primer crimen, un robo que terminó en homicidio, fue solo el comienzo de una serie de actos violentos que lo definirían como un verdadero psicópata.
El ascenso a la infamia
Durante su estancia en el penal de Boulogne Sur Mer, Casanova no solo cumplió su condena, sino que se transformó en un depredador. En 2006, participó en el asesinato de dos internos que iban a declarar en un motín, un acto que selló su destino como «El Matapresos».
Este apodo no solo refleja su capacidad para asesinar, sino también la forma en que el sistema penitenciario ha fallado en contener su naturaleza violenta.
Crímenes que desafían la lógica
La brutalidad de sus crímenes es difícil de comprender.
En noviembre de 2006, apuñaló a un compañero de celda mientras dormía, repitiendo un modus operandi que se convertiría en su sello personal. A lo largo de los años, su lista de víctimas creció, y cada asesinato parecía ser más frío y calculado que el anterior. Su último crimen, en 2016, consolidó su reputación como un interno letal, un ser que no muestra remordimientos ni humanidad.
Un perfil criminal inquietante
Los testimonios de guardias y compañeros de prisión describen a Casanova como un psicópata solitario, que, a pesar de su agresividad, mantiene un comportamiento respetuoso hacia el personal penitenciario. Su historia es un recordatorio escalofriante de cómo el sistema puede fallar en rehabilitar a quienes han cruzado la línea de la violencia. A lo largo de su tiempo en prisión, ha estado involucrado en más de 67 riñas, lo que ha llevado a un aislamiento extremo, donde apenas recibe visitas.
La vida de Diego Casanova es un oscuro reflejo de la violencia que puede surgir en el entorno carcelario. Su historia no solo es un relato de crímenes, sino también una crítica a un sistema que parece incapaz de manejar a los más peligrosos. En un mundo donde la justicia debería prevalecer, el caso de Casanova plantea preguntas inquietantes sobre la seguridad y la rehabilitación en las cárceles argentinas.
