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El ascenso de un delincuente temido
En la provincia de Mendoza, la historia de Matías “el Morocha” Cerón Chirino es un relato que ha marcado a fuego la memoria colectiva de sus habitantes. Nacido en 1984, su carrera delictiva comenzó a los 13 años, cuando se involucró en robos que rápidamente escalaron a homicidios.
Con un saldo de al menos seis víctimas confirmadas, su nombre resonó en las crónicas policiales como uno de los delincuentes más temidos de la región.
Un apodo que define su legado
El apodo “el Morocha” no solo es un nombre, sino un símbolo de su notoriedad.
La historia detrás de su apodo se remonta a una memorable huida en la que, disfrazado de mujer, logró evadir a la policía. A los 16 años, ya portaba una pistola calibre 9 milímetros, consolidando su reputación en el mundo del crimen.
Su vida estuvo marcada por una serie de delitos que captaron la atención de los medios, convirtiéndolo en el delincuente más buscado de Mendoza a principios del siglo XXI.
El enfrentamiento con la ley
Uno de los episodios más impactantes de su vida delictiva ocurrió en el verano de 2001, cuando tomó a una joven como rehén durante un intento de robo.
Este hecho generó un intenso operativo policial, donde se vivieron horas de tensión. A pesar de las negociaciones, “el Morocha” optó por resistir, lo que culminó en un enfrentamiento con un francotirador que lo dejó herido. Este evento no marcó el final de su carrera criminal, ya que tras su recuperación, volvió a las calles.
El trágico desenlace
Su último acto violento ocurrió en una vivienda en Inalicán y España, donde intentó robar y fue abatido por un disparo en la ingle. La muerte de Matías Cerón Chirino no solo cerró un capítulo violento en la historia policial de Mendoza, sino que también dejó un legado de sufrimiento y criminalidad. A sus 18 años, había acumulado un historial delictivo que sigue resonando en la sociedad mendocina como un recordatorio del impacto de la violencia juvenil.
Un legado familiar de criminalidad
La historia de “el Morocha” no termina con su muerte. Su apellido sigue siendo sinónimo de criminalidad en Mendoza, ya que todos sus hermanos también poseen un extenso historial delictivo. Este fenómeno plantea preguntas sobre la influencia del entorno familiar en la criminalidad juvenil y la necesidad de abordar este problema desde una perspectiva social y educativa.