La historia de la devoción a la Virgen de Luján

La devoción a la Virgen de Luján

La devoción a la Virgen de Luján es una de las más arraigadas en Argentina, extendiéndose también a países vecinos como Uruguay y Paraguay, donde su figura es venerada. En 1930, el Papa Pío XI la proclamó patrona de estos países, consolidando su relevancia en la cultura católica regional. Sin embargo, la historia de esta advocación católica es rica y profunda, y se remonta al siglo XVII.

El origen de la imagen

La historia comienza con un hacendado portugués llamado Antonio Farías de Sá, quien residía en la ciudad de Córdoba del Tucumán. Con la intención de tener una imagen de la Virgen María en su capilla, encargó a un amigo en Brasil la creación de una escultura. Esta imagen llegó al puerto de Buenos Aires en marzo de 1630, y comenzó su viaje hacia la estancia que Farías poseía en Sumampa, en la actual provincia de Santiago del Estero.

El milagro en el camino

Durante su traslado, la carreta que transportaba la imagen se detuvo inexplicablemente en un paraje conocido como «Árbol solo», a orillas del río Luján. A pesar de los intentos de los bueyes para avanzar, la carga no se movía. Cuando decidieron bajar la caja que contenía la imagen, los animales comenzaron a avanzar, pero solo si la Virgen permanecía en ese lugar. Este evento fue interpretado como una señal divina, y se decidió dejar la imagen allí.

Un lugar de peregrinación

Con el paso del tiempo, aquella pequeña escultura de solo 38 centímetros se transformó en un importante centro de devoción. En 1763 se inauguró el primer santuario, y en 1887 el Papa León XXIII la coronó como «Nuestra Señora de Luján», estableciendo una festividad anual que atrae a miles de fieles.

Debate sobre el origen de la devoción

A pesar de la popularidad de esta historia, algunos historiadores como Federico Suárez han cuestionado su veracidad, sugiriendo que el lugar donde se detuvo la carreta no pertenecía a Luján, sino a Pilar. En la ubicación actual de la Capilla del Milagro Nuestra Señora de Luján, se sostiene que una mujer llamada Ana María Matos compró la imagen para llevarla allí. Esta controversia no ha disminuido la fe de los devotos, quienes continúan peregrinando hacia el santuario.

La fe de los devotos

La Virgen de Luján, cuyas vestiduras reflejan los colores de la bandera argentina, sigue siendo un símbolo de esperanza y fe para muchos. Los seguidores creen firmemente en su poder milagroso y mantienen vivas las tradiciones de oración y peregrinación.

Una de las oraciones más conmovedoras que recitan los fieles es: «Madrecita de Luján, que acompañas mi caminar; a ti acudo con confianza filial, en Dios pongo mi alegría y mi pesar…». Estas palabras reflejan la profunda conexión espiritual que los devotos sienten hacia la Virgen, convirtiendo su figura en un faro de luz en tiempos de necesidad.