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Un contexto de violencia y derechos humanos
La guerra contra las drogas en Filipinas, impulsada por el ex-presidente Rodrigo Duterte, ha dejado una estela de violencia y violaciones a los derechos humanos que aún resuena en la sociedad filipina.
Desde su llegada al poder en 2016, Duterte prometió erradicar el narcotráfico, pero su enfoque ha sido objeto de críticas tanto a nivel nacional como internacional. Según datos de Acled, durante su mandato, más del 75% de los eventos violentos contra civiles estuvieron relacionados con esta guerra, lo que plantea serias preguntas sobre la efectividad y la ética de sus políticas.
Las cifras detrás de la retórica
Las estadísticas son alarmantes. Se estima que alrededor de 6,200 sospechosos de narcotráfico fueron asesinados en operaciones antidrogas, aunque organizaciones de derechos humanos sugieren que el número real podría ser mucho mayor, alcanzando hasta 30,000 muertes.
Este desajuste en las cifras se debe a la naturaleza de muchos de estos asesinatos, que a menudo se llevaron a cabo por milicias o grupos de vigilantes. La retórica de Duterte, que incluía promesas de matar a delincuentes, ha alimentado un clima de impunidad y violencia que ha afectado desproporcionadamente a los más vulnerables.
Impacto en la sociedad filipina
La guerra contra las drogas no solo ha resultado en un alto número de muertes, sino que también ha tenido un impacto profundo en la sociedad filipina. Muchos de los asesinatos se dirigieron a personas que no estaban involucradas en el narcotráfico, lo que ha llevado a un clima de miedo y desconfianza.
Las familias de las víctimas han luchado por justicia, exhumando cuerpos y buscando respuestas en un sistema que a menudo parece estar en contra de ellos. La violencia ha permeado todos los niveles de la sociedad, afectando la percepción de seguridad y bienestar entre los ciudadanos.
El legado de Duterte y el futuro de Filipinas
A medida que Duterte enfrenta un juicio en el Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad, el legado de su guerra contra las drogas sigue siendo un tema candente. La comunidad internacional observa de cerca, mientras que dentro de Filipinas, el debate sobre la política antidrogas continúa. La pregunta que queda es: ¿cómo se puede avanzar hacia un enfoque más humano y efectivo en el tratamiento de la adicción y el narcotráfico? La respuesta a esta pregunta será crucial para el futuro de la nación y su compromiso con los derechos humanos.
