Vivir fuera de tu país puede ser una experiencia transformadora, especialmente cuando se trata de apreciar la cultura propia desde una nueva perspectiva. En mi caso, después de casi ocho años residiendo en el extranjero, he llegado a valorar México de una forma que solo la distancia puede enseñar. Desde mi partida en 2015 hacia Dubái hasta mi retorno a México y nuevamente a Dubái, cada paso ha sido un viaje que ha moldeado mi identidad.
Las raíces que se reafirman con la distancia
Después de mudarme a Dubái con mi esposo, un piloto, tuvimos que regresar a México en 2020 debido a la pandemia. Durante esos dos años en mi país, reconecté con mis tradiciones y raíces. Sin embargo, curiosamente, mientras me sentía en casa, no me sentía más mexicana. En cambio, la distancia de Dubái hizo que mi identidad mexicana cobrara más significado. Cuanto más lejos estaba, más consciente me volvía de mi nacionalidad.
El papel de los embajadores culturales
Una reflexión que me dejó mi suegra es que somos embajadores de México dondequiera que vayamos. La imagen que proyectamos influye en cómo los demás perciben nuestro país. Esta idea se ha convertido en una motivación personal: deseo que quienes interactúan conmigo formen una imagen positiva y amistosa de los mexicanos. De alguna manera, al salir de casa, siento que llevo una insignia invisible que dice “Soy mexicana”. Esta conciencia de mi identidad no se sentía igual en México, donde ser mexicana era algo implícito.
Interacciones culturales en un entorno diverso
En una ciudad multicultural como Dubái, la pregunta “¿De dónde eres?” es común y me recuerda constantemente mi nacionalidad. La gente a menudo comparte anécdotas sobre su experiencia con México, lo que me hace sentir una conexión especial con mi país y cultura. A menudo, estas interacciones me hacen hablar más sobre México de lo que haría en casa, donde la conversación sobre mi cultura podría ser menos frecuente.
Orgullo nacional en el extranjero
Recuerdo una ocasión en la que, durante un almuerzo, conocí a un hombre suizo que, al enterarse de que somos mexicanos, se entusiasmó y comenzó a hablar maravillas sobre nuestro país. Frases como “Amo tu país” me llenan de un inmenso orgullo. En México, los elogios sobre nuestra nación son más escasos y, a menudo, van acompañados de críticas. No obstante, esta retroalimentación positiva que recibo en el extranjero transforma mi perspectiva y me hace sentir más orgullosa de ser mexicana.
La conexión a través de la comida
La comida es un gran puente hacia nuestras raíces. Desde adolescente, las enchiladas de mi abuelita han sido mi platillo favorito. A pesar de que siempre las he disfrutado, comerlas en Dubái tiene un sabor especial. Cada bocado evoca recuerdos de confort y pertenencia. La emoción que siento al encontrar comida mexicana en un supermercado o restaurante no tiene comparación. La conexión emocional que surge de compartir un platillo familiar con otros mexicanos en el extranjero es inigualable.
Reflexiones finales sobre la identidad
A lo largo de mi experiencia como expatriada, he aprendido que la distancia puede fortalecer la identidad cultural. Como mexicana en el extranjero, cada interacción, cada conversación y cada platillo que disfruto se convierte en un recordatorio de mis raíces. La vida lejos de casa puede ser desafiante, pero también es una oportunidad para redescubrir y celebrar lo que significa ser mexicano.