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Las manifestaciones de calle convocadas por Jair Bolsonaro han comenzado a mostrar signos de debilidad. La reciente protesta en Copacabana, que tuvo lugar el 16 de abril, reunió a solo 30,000 personas, muy por debajo de las expectativas que apuntaban a un millón.
Este descenso en la participación plantea preguntas sobre la efectividad de la estrategia de movilización del ex-presidente y su capacidad para mantener el apoyo popular.
Un tema que no resuena
El tema central de la manifestación, la anistía para los condenados del 8 de enero, no parece haber captado el interés de la población.
Como mencionó Davi Alcolumbre, presidente del Senado, este asunto no toca las emociones ni los intereses económicos de los brasileños. Esto se traduce en una falta de conexión entre la agenda de Bolsonaro y las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos, lo que podría estar contribuyendo a la disminución de la asistencia a estos eventos.
La ausencia de aliados clave
Otro factor que ha influido en la baja asistencia es la notable ausencia de aliados políticos importantes, como gobernadores y alcaldes. La única excepción fue el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, quien parece estar buscando consolidar su posición dentro del electorado de derecha.
Su presencia en la manifestación podría interpretarse más como una estrategia política que como un apoyo genuino a la causa de Bolsonaro.
El futuro incierto de Bolsonaro
A pesar de la baja participación, la manifestación sirvió para evidenciar que la capacidad de movilización de Bolsonaro está perdiendo fuerza.
Sus seguidores parecen menos dispuestos a involucrarse en una lucha que podría resultar en una derrota. Esto sugiere que, en caso de una condena judicial, no habrá un terreno fértil para una convulsión social como algunos temen. La normalización de la posibilidad de su encarcelamiento por parte de Bolsonaro también podría estar desalentando a sus seguidores, quienes ya no ven la sorpresa como un factor motivador.
En resumen, la disminución de las manifestaciones de Bolsonaro no solo refleja un cambio en el apoyo popular, sino que también plantea interrogantes sobre su futuro político. A medida que se acercan las elecciones de 2026, será crucial observar cómo el ex-presidente maneja esta nueva realidad y si logra recuperar la conexión con su base de apoyo.
