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Un llamado a la acción colectiva
La reciente carta del embajador André Corrêa do Lago, quien presidirá la COP30 en Belém, ha generado un eco significativo en el ámbito internacional. Aunque el documento mantiene un tono diplomático, sus palabras resuenan con fuerza: «2025 debe ser el año en que canalicemos nuestra indignación y tristeza hacia una acción colectiva constructiva».
Este llamado a la acción es más urgente que nunca, dado el contexto actual de crisis climática que enfrentamos.
Retos del multilateralismo y la política climática
Sin embargo, la carta también refleja un momento complicado para el multilateralismo.
La era de Donald Trump trajo consigo un resurgimiento del aislamiento y la intimidación, desafiando décadas de cooperación global. En este sentido, la COP30 se enfrenta a dos grandes obstáculos: la continua dependencia de combustibles fósiles y la falta de financiamiento adecuado para medidas de mitigación y adaptación.
La necesidad de reducir el uso de carbón, petróleo y gas natural es innegable, pero la acción concreta parece estar estancada.
Contradicciones en la agenda climática
Un aspecto notable de la carta es su enfoque en el financiamiento, intentando revivir la meta de 1,3 billones de dólares anuales para la mitigación y adaptación.
Sin embargo, la realidad es que muchas instituciones financieras están retrocediendo en sus compromisos de neutralidad climática. La reciente salida de bancos estadounidenses de la Net-Zero Banking Alliance es un claro indicador de esta tendencia. En este contexto, la retórica optimista de la diplomacia climática se enfrenta a una dura realidad: la falta de acción efectiva y la creciente elección de la catástrofe por parte de muchos sectores.