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La ciclovía del Minhocão y su transformación
En el corazón de São Paulo, la ciclovía que se extiende bajo el elevado Presidente João Goulart, conocido como Minhocão, ha experimentado una transformación inquietante en los últimos meses.
Este espacio, que debería ser un refugio para ciclistas y peatones, se ha convertido en un punto de encuentro para un creciente número de usuarios de drogas, dando lugar a lo que muchos han comenzado a llamar la ‘minicracolândia’. Este fenómeno no solo afecta la seguridad de quienes utilizan la ciclovía, sino que también plantea serias preguntas sobre la gestión urbana y la atención a las problemáticas sociales en la ciudad.
Un espacio invadido
La situación se ha vuelto crítica, especialmente en el tramo que conecta la calle Apa con la avenida Angélica, en el barrio de Santa Cecília. Los usuarios de drogas han comenzado a ocupar el espacio central de la ciclovía, lo que ha generado un ambiente caótico.
Con ropa, cajas y barracas que invaden el área destinada a las bicicletas, el tránsito se ha vuelto complicado y peligroso. La fotógrafa Raphaela Campano, de 25 años, describe cómo la situación ha cambiado drásticamente: «Antes, había personas que se quedaban una semana y se iban.
Ahora, parece que un grupo más fijo se ha instalado aquí, haciendo imposible el uso de la ciclofaixa».
La respuesta de las autoridades
Ante esta problemática, la administración de Ricardo Nunes ha implementado medidas como la instalación de rejas en ciertos tramos de la ciclovía.
Según la gestión, estas estructuras tienen como objetivo proteger a ciclistas y peatones. Sin embargo, muchos residentes argumentan que estas medidas han complicado aún más la situación. «Con las rejas, es peor, porque los usuarios no tienen a dónde ir. Se sienten atrapados», comenta Campano. Además, la falta de vigilancia policial en la zona ha permitido que la situación se agrave, con reportes de peleas y comportamientos agresivos entre los usuarios.
Un desafío social y urbano
La minicracolândia no solo es un problema de tráfico y seguridad, sino que también refleja una crisis social más amplia. La falta de recursos y atención adecuada para los dependientes químicos en la ciudad ha llevado a que muchos busquen refugio en espacios públicos, creando un ciclo de marginalización y abandono. La Secretaría de Seguridad Pública ha afirmado que monitorea la situación, pero la realidad en el terreno sugiere que se necesita un enfoque más integral que aborde tanto la seguridad como la salud pública. Las operaciones policiales, aunque necesarias, no son suficientes si no se acompañan de políticas efectivas de rehabilitación y apoyo social.