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La dualidad de la experiencia femenina
En un mundo donde la espiritualidad y la conexión con la naturaleza son cada vez más relevantes, es fascinante observar cómo figuras históricas y contemporáneas han integrado estas dimensiones en sus vidas. Santa Teresa de Ávila, una mística del siglo XVI, y Eliane Brum, una periodista contemporánea, representan dos caras de una misma moneda: la búsqueda de lo divino y lo terrenal.
Ambas mujeres, a través de sus experiencias, nos invitan a reflexionar sobre la energía erótica que emana de la conexión con lo sagrado y lo natural.
Santa Teresa: mística y fuerza interior
Santa Teresa de Ávila es conocida por su fervor místico y su capacidad de atraer a otros hacia una relación más profunda con Dios.
Su vida estuvo marcada por la persecución, pero nunca se dejó abatir. La escultura de Bernini que representa su éxtasis es un testimonio de su intensa conexión espiritual. A pesar de que algunos intentaron clasificar su experiencia como histeria, pensadores como Lacan han argumentado que su gozo místico es un fenómeno serio, que trasciende lo meramente sexual.
Esta dualidad entre lo espiritual y lo físico es esencial para entender la energía que impulsa a las mujeres a buscar una vida plena.
Eliane Brum: la voz de la Amazonía
Por otro lado, Eliane Brum ha sido reconocida como una de las mujeres más influyentes del mundo por su trabajo en la defensa de la Amazonía y su exploración de la conexión entre el ser humano y la naturaleza.
En su libro «Banzeiro Òkòtó», Brum narra su viaje hacia la amazonización, donde su cuerpo y alma se entrelazan con la selva. Su relato, casi erótico, destaca la importancia de la naturaleza en la vida de las mujeres, mostrando cómo esta conexión puede ser una fuente de energía y creatividad.
Al igual que Santa Teresa, Brum nos recuerda que el amor y el deseo son fuerzas poderosas que pueden transformar nuestra realidad.
La integración de lo divino y lo terrenal
Ambas mujeres nos enseñan que no es necesario elegir entre lo divino y lo terrenal. Pedro Abelardo, un filósofo del siglo XII, ya afirmaba que integrar estas dimensiones es esencial para una vida plena. La espiritualidad y la naturaleza no son opuestas, sino complementarias. Esta integración permite a las mujeres encontrar la energía erótica necesaria para amar y trabajar, creando un espacio donde lo sagrado y lo cotidiano coexisten. En este contexto, la conversación de Jesús con la mujer samaritana se convierte en un símbolo de la búsqueda de un deseo más profundo, una sed que va más allá de lo físico.
La fuerza de Eros en la creación
La filosofía griega ya reconocía que la fuerza de Eros mueve el mundo. En el cristianismo, esta fuerza se traduce como amor, una energía que une todos los elementos del universo. La «biología erótica» del ecofilósofo Andreas Weber nos invita a reflexionar sobre cómo el amor es el hilo conductor que mantiene unidas a las galaxias y a las partículas atómicas. En este sentido, tanto Santa Teresa como Eliane Brum son ejemplos de cómo esta energía creativa puede manifestarse en la vida de las mujeres, impulsándolas a transformar su entorno y a vivir de manera auténtica.