Un legado en Villa 31
En una estrecha calle de Villa 31, uno de los asentamientos informales más antiguos de Buenos Aires, el padre Ignacio ‘Nacho’ Bagattini celebra la misa en un centro comunitario que acoge a personas sin hogar y adictos a las drogas. Este lugar, que alberga a unas 40,000 almas, refleja el legado del Papa Francisco, quien invitó a los jóvenes católicos a llevar el evangelio a los barrios marginales durante la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro en 2013.
La influencia de Francisco en la comunidad
Desde su ascenso al papado, el llamado de Francisco ha llegado a los corazones de muchos clérigos argentinos, conocidos como los «curas villeros». Esta agrupación, que surgió a finales de los años 60, se ha distanciado tradicionalmente de la jerarquía católica, pero ha encontrado un renovado propósito bajo el liderazgo de Jorge Bergoglio, quien fue arzobispo de Buenos Aires antes de convertirse en el Papa.
Durante su tiempo como arzobispo, Bergoglio animó a los sacerdotes a involucrarse con los más necesitados, lo que ha dejado una huella duradera en comunidades como Villa 31. El padre Nacho menciona que el Papa ha inculcado en el clero la importancia de actos simples, como abrazos y compartir comidas, que crean una conexión genuina con quienes sufren.
La misa en un ambiente humilde
El lugar donde se celebra la misa contrasta fuertemente con la opulencia de la Basílica de San Pedro. En el centro comunitario, hay una mesa de plástico cubierta con un mantel manchado que sirve como altar, adornado con una vela casi consumida y una pequeña estatua de la Virgen María. A pesar de la humildad del entorno, la misa se convierte en un momento de esperanza y comunidad.
Un espacio para la recuperación
Después de la misa, alrededor de 40 congregantes, muchos de los cuales son personas sin hogar, se reúnen para compartir un plato de arroz con carne y pan. Además de la alimentación, el centro ofrece duchas calientes, asesoramiento, actividades deportivas y formación laboral, proporcionando una base para reconstruir vidas en un país que enfrenta constantes crisis.
El padre Bagattini resalta que ofrecer un proyecto de vida es crucial para mantener a las personas alejadas de las calles, donde podrían caer en tentaciones peligrosas como las drogas o la violencia. La intervención de los curas villeros, inspirada por el Papa, busca empoderar a quienes han tocado fondo.
Recuerdos de un líder espiritual
Los residentes de otros asentamientos informales, como Villa 21-24, recuerdan con cariño las visitas de Bergoglio. Compartir un mate o lavar los pies de los desamparados son gestos que han dejado una profunda impresión en la comunidad. Tamara Noga, una escritora de 29 años, comparte cómo la figura de Bergoglio ha transformado su relación con la iglesia, encontrando consuelo y refugio en la comunidad de los «curas villeros».
El impacto duradero en Buenos Aires
A pesar de que Francisco nunca ha regresado a Argentina desde que asumió el papado, su imagen está presente en murales y homenajes por toda la ciudad. La frase «una iglesia pobre para los pobres» resuena en el corazón de quienes continúan trabajando en los barrios marginales. La fe en el cambio, como expresa Sebastián Curbelo, un joven en tratamiento para superar su adicción, es un recordatorio de que no estamos solos en la lucha por una vida mejor.