La cocina francesa se vive en Petit Pain & Cia

Hay algo mágico en los bistrós franceses que invita a la exploración y el disfrute. Cada rincón de Francia está salpicado de estos pequeños restaurantes familiares, donde la calidez y la sencillez se entrelazan con sabores auténticos. En el Petit Pain & Cia, el chef Jacky Caillier, originario de Borgoña, junto a su esposa Luciana Carvalho, han logrado capturar esa esencia, ofreciendo a los comensales una experiencia culinaria que despierta los sentidos.

Un lugar que enamora desde el primer instante

Al pasar por delante de Petit Pain & Cia, la música francesa suave que se escapa del local parece susurrar promesas de un buen momento. La decoración es sencilla, con manteles de plástico a cuadros que recuerdan más a una cantina italiana que a un bistró elegante, y hasta una inusual máquina de lavar en el baño. Todo con un toque desenfadado y acogedor que invita a entrar y disfrutar.

Las mesas están dispuestas con elegancia informal, y las copas de vino brillan bajo la luz tenue, creando un ambiente perfecto para un almuerzo relajado en plena semana. Aquí, solo se sirven vinos franceses, con precios que oscilan entre R$ 36 por una copa y R$ 169 a R$ 189 por botella. Es un detalle que los amantes del vino apreciarán, ya que cada sorbo promete llevarte a las viñas de Francia.

Sabores que cuentan historias

La cocina del Petit Pain es un homenaje a la tradición culinaria francesa, donde la paciencia y el amor por los ingredientes se reflejan en cada plato. La oferta incluye clásicos como la sopa de cebolla (R$ 30), que no escatima en sabor; cada cucharada es un viaje a la receta clásica, con cebollas caramelizadas y un gratinado perfecto. Por otro lado, la rillette de cerdo (R$ 38) es un paté casero que acompaña un pan de masa madre, mostrando la herencia artesanal de este bistró que comenzó como una panadería.

Si bien al principio la porción puede parecer escasa, la riqueza de la rillette, cocinada a fuego lento en su propia grasa, asegura que no te quedes con hambre. Un primer plato que, sin duda, prepara el terreno para uno de los platos principales más destacados: el boeuf bourguignon (R$ 52). Sin embargo, en el día de la visita, este manjar se había agotado. La alternativa sugerida fue el pato bourguignon (R$ 67), que llegó a la mesa en una sencilla pero encantadora cazuela marrón. Al probarlo, la carne se deshacía con solo tocarla con el tenedor, revelando horas de cariño y trabajo en su preparación.

Un final dulce y sorprendente

A pesar de que las papas fritas que acompañaban el pato estaban un poco aceitosas, el plato en sí brillaba por su profundidad de sabor. Para aquellos que buscan opciones más ligeras, también hay alternativas veganas, como el escondidinho de jaca y la ratatouille, ambas por R$ 33. Sin embargo, el aroma de la carne en cocción inunda el aire, por lo que si eres sensible a esos olores, quizás quieras reconsiderar.

Antes de cerrar la cuenta, no te olvides de pasear por la vitrina de la entrada, donde se exhiben panes y croissants que también se pueden comprar para llevar. Y, como un atractivo adicional, los macarons (R$ 24 por tres) son una delicia que no querrás perderte. En un mundo donde encontrar macarons de calidad en São Paulo puede ser complicado, aquí se superan las expectativas, ofreciendo una textura y sabor excelentes.

Finalmente, no hay mejor cierre que un crème brûlée (R$ 17). La combinación de su casquinha caramelizada y un relleno cremoso y delicado es, sin lugar a dudas, el toque perfecto para una comida que ha sido una verdadera celebración de la gastronomía francesa.