La Argentina entre 1880 y 1930: una mirada crítica a la cultura popular

La historia de Argentina entre 1880 y 1930 a menudo se ve envuelta en un halo de nostalgia, un periodo que muchos consideran los «años dorados» del país. Sin embargo, este lapso es, en realidad, un territorio poco explorado, casi una orfandad dentro de la memoria colectiva. Mientras que la independencia y las guerras civiles del siglo XIX son ampliamente documentadas, la era que sigue presenta un vacío en cuanto a hitos significativos, especialmente entre la creación de la Capital Federal en 1880 y las primeras elecciones democráticas en 1916. ¿Cuántos podrían identificar a figuras como Manuel Quintana en nuestras conversaciones cotidianas? Es un misterio que habla del olvido de una época.

El teatro y la cultura popular en la Argentina de principios de siglo

En medio de este contexto, surgió el Teatro Colón en 1908, un símbolo de la cultura que, curiosamente, no se menciona en muchos relatos de la época. ¿Por qué? Tal vez porque el enfoque se centra en el sainete, una forma de teatro popular, a menudo musical y grotesco, que se convirtió en un reflejo de la sociedad de esos años. La obra de Victoria Cox se presenta como una historia cultural, pero su verdadero valor radica en el comentario social que ofrece, especialmente en el contexto de la actual administración de Javier Milei, que tiende a glorificar esos años. Las obras de sainete, aunque carentes de méritos literarios, revelan las tensiones sociales y los problemas de una población que vivía en la precariedad, mientras algunos disfrutaban de la vida en la «París de Sudamérica».

Críticas y realidades del pasado

Eduardo Sojo, un republicano español que vivió en Buenos Aires entre 1883 y 1892, aportó una mirada crítica sobre la corrupción de la época, especialmente bajo la presidencia de Miguel Juárez Celman, que se vio marcada por la crisis financiera de 1890. Sojo no solo se enfoca en el lado oscuro de la corrupción, sino que también critica la idealización de esos años. Las ferrovías, que se presentan como símbolos de progreso nacional, fueron en realidad impulsadas por especulaciones de tierras más que por un verdadero patriotismo. Y así, el alcalde de la ciudad, Marcelo Torcuato de Alvear, es ridiculizado por su embellecimiento superficial mientras las condiciones de vida de muchos seguían empeorando. Es un recordatorio de que los sainetes no eran solo entretenimiento, sino un espejo de las miserias colectivas.

La voz de los olvidados

El tercer capítulo del libro de Cox aborda un tema sombrío: la fiebre amarilla de 1871 no fue la única epidemia que azotó al país. El cólera también dejó su huella, y otros escritos de la época demuestran que la xenofobia hacia los inmigrantes era más común de lo que se suele pensar, un fenómeno que afectó incluso a la élite. Y a pesar de los esfuerzos de muchos por ascender socialmente, este proceso era a menudo precario y lleno de obstáculos. La vida de quienes llegaban en busca de oportunidades se tornaba un juego de azar, donde la movilidad social era un lujo que pocos podían permitirse.

Análisis contemporáneo y legado cultural

Mientras Sojo domina los primeros capítulos con su crítica incisiva, Victoria Cox retoma el sainete como un espejo de la sociedad en las secciones siguientes, explorando obras como «El inglés de Santa Cruz» que abordan el anarquismo y su lucha contra los latifundios británicos en Patagonia. El análisis se vuelve más profundo cuando se aborda cómo la vida de las mujeres se limitaba a ser una costurera respetable o una «perdida» en un cabaret, mostrando las constricciones sociales de la época. Es fascinante ver cómo el arte popular se convierte en un vehículo para entender las dinámicas de género y clase que moldearon la Argentina de entonces.

Reflexiones sobre un periodo olvidado

Este libro no solo ilumina la historia cultural de Argentina, sino que también corrige la idealización de los años previos a la democracia, trayendo a la vida a los pueblos ordinarios a través de los detalles de su entretenimiento popular. En un mundo donde la nostalgia a menudo borra las imperfecciones del pasado, es vital recordar que detrás de cada sainete, cada canción de tango, hay historias de lucha, resistencia y, sobre todo, un profundo deseo de ser escuchados. A veces, pienso en cuántas historias se han perdido en el tiempo, en un mar de recuerdos que se desvanecen y que, sin embargo, siguen formando parte de nuestra identidad.