En un momento en que las relaciones comerciales entre Brasil y Estados Unidos parecen tambalear, cada vez más empresas brasileñas están mirando hacia México como una nueva tierra de oportunidades. ¿Por qué este cambio? No se trata simplemente de una moda pasajera; es una decisión estratégica que responde a la búsqueda de nuevas avenidas para el crecimiento en un panorama comercial que se torna incierto. Liborio Rauber, al frente de la Cámara Brasil-México, ha señalado que más de 42 proyectos están listos para aterrizar en suelo mexicano. Esto nos dice que hay un interés real por expandir las operaciones más allá de las fronteras brasileñas.
¿Qué hay detrás de la inversión brasileña en México?
Rauber ha mencionado que las inversiones abarcan diversas áreas, desde fábricas hasta centros de datos y distribución en ciudades clave como Monterrey, Tijuana y Ciudad de México. Pero, antes de dejarnos llevar por esas cifras optimistas, es importante profundizar en el contexto. Actualmente, hay 716 empresas brasileñas operando en México, mientras que solo 48 mexicanas han hecho lo propio en Brasil. Este desequilibrio podría representar tanto una oportunidad dorada como un riesgo considerable para las empresas brasileñas que buscan diversificar sus mercados.
Por si fuera poco, el hecho de que el 19.7% del tráfico de internet en Brasil transite a través de Claro, una compañía de América Móvil, resalta la relevancia del mercado mexicano para las operaciones brasileñas. Sin embargo, no todo es color de rosa. La llegada de marcas como Oxxo en Brasil, que ha abierto 500 tiendas en solo dos años, pone de manifiesto los desafíos que pueden surgir al aventurarse en un nuevo mercado. Los errores de adaptación cultural y operativa podrían ser obstáculos significativos para el éxito de estas inversiones brasileñas.
Lecciones de fracasos y éxitos en el comercio internacional
A lo largo de mi experiencia, he visto demasiadas startups caer en la trampa de la expansión internacional sin una comprensión sólida del mercado local. No siempre se garantiza el éxito. En este contexto, los presidentes de México y Brasil, Claudia Sheinbaum y Luiz Inácio Lula da Silva, respectivamente, han acordado fortalecer la colaboración entre ambos países. Esto podría ser un avance positivo hacia una relación comercial más equilibrada, aunque también podría convertirse en una fuente de desafíos si las expectativas y la integración de las empresas no se gestionan adecuadamente.
Un área donde ambos países ven potencial es el sector farmacéutico. Sin embargo, el mercado mexicano tiene sus propias dinámicas y regulaciones. Las empresas brasileñas que quieran aprovechar las oportunidades deberán estar listas para adaptarse a estas peculiaridades.
Consejos prácticos para fundadores y gerentes de producto
Para aquellos fundadores y gerentes de producto que están pensando en dar el salto a la expansión internacional, hay lecciones valiosas que extraer de esta situación. En primer lugar, el Product-Market Fit (PMF) es esencial. No podemos asumir que un producto que brilla en Brasil tendrá el mismo impacto en México. Realizar una investigación de mercado es fundamental para entender las necesidades de los consumidores locales y ajustar la oferta adecuadamente.
Además, es vital tener en cuenta el costo de adquisición de clientes (CAC) y el valor del tiempo de vida del cliente (LTV) al evaluar la viabilidad de una nueva inversión en el extranjero. Una estrategia de entrada al mercado bien planificada que contemple estos elementos puede ser la clave para evitar fracasos costosos.
Conclusiones y pasos a seguir
El panorama de inversión entre Brasil y México está lleno de oportunidades, pero también de riesgos. Las empresas brasileñas deben abordar esta expansión con una mentalidad pragmática, aprendiendo de experiencias pasadas y adaptando sus estrategias a las realidades del mercado mexicano. La clave será la adaptabilidad, el entendimiento del consumidor y la gestión adecuada de las expectativas. Al final del día, el éxito en el comercio internacional no se mide solo en la cantidad de proyectos lanzados, sino en la capacidad de esos proyectos para generar un impacto sostenible y positivo en ambas economías.