En un contexto de creciente tensión diplomática entre Colombia y Estados Unidos, el presidente colombiano Gustavo Petro ha expresado su descontento con la política antidrogas de EE. UU., señalando que ha tenido consecuencias devastadoras en la región. Este conflicto se intensificó debido a la suspensión de la ayuda económica estadounidense y la amenaza de nuevos aranceles.
Petro, a través de sus redes sociales, argumentó que la política exterior de EE. UU. busca controlar a América Latina mediante sanciones y militarización, lo que repercute directamente en la vida y economía de los ciudadanos. El presidente afirmó que dicha política ha causado “un millón de muertes en América Latina”.
Impacto histórico de la política antidrogas de EE. UU.
El análisis de Petro sobre la política antidrogas estadounidense incluye una revisión exhaustiva de su legado en Colombia. Durante décadas, el país ha sufrido de violencia, corrupción y un auge en el narcotráfico, resultado de la interacción entre guerrillas, paramilitares y la economía ilícita. A medida que Colombia se convirtió en el principal productor mundial de cocaína, la violencia y la búsqueda de dinero fácil se convirtieron en características de la vida cotidiana.
En su publicación, el presidente destacó que los grupos insurgentes han evolucionado hacia ejércitos privados al servicio de narcotraficantes. “Lo que antes fue insurgencia se transformó en fuerzas narco-paramilitares”, aseveró Petro. Este fenómeno, según él, tiene paralelismos con situaciones en el Sudeste Asiático, donde procesos similares han ocurrido en el pasado.
La conexión entre la CIA y la violencia en Colombia
Petro no se detuvo en la historia reciente; también acusó a la CIA y a la política antidrogas de EE. UU. de contribuir a un genocidio en el país, dejando a miles de niños huérfanos tras el asesinato de sus padres, muchos de ellos líderes sindicales o trabajadores comunes. “La mezcla de cocaína, dinero fácil y fascismo ha llevado a masacres que se entrelazan incluso con el propio estado”, argumentó.
El presidente también destacó que, aunque la Constitución colombiana es avanzada, en la práctica representa una carta vacía frente al poder real, el cual está vinculado a las élites económicas locales y sus intereses extranjeros. “Colombia es una democracia solo en apariencia, enfrentando un verdadero poder que asesina para extraer hasta la última gota de trabajo de los colombianos”, añadió.
Repensar la lucha contra las drogas
Petro planteó la necesidad de replantear la lucha contra las drogas, sugiriendo que debería abordarse como un asunto de salud pública en lugar de represión militar. “La guerra contra las drogas ha fracasado porque nunca debió estar bajo el control de la policía y el ejército, sino de la salud pública. Si seguimos por el camino de la avaricia, la vida misma se verá amenazada”, expresó.
El presidente también hizo un llamado a la solidaridad internacional y a la defensa de la independencia de los países latinoamericanos frente a la presión de EE. UU. “Cada vez que un líder del sur global muestra solidaridad, se construye un pretexto para la intervención. Colombia es acusada de ser un narcoestado por defender su independencia y justicia social”, concluyó.
Las consecuencias económicas de los aranceles
La reciente amenaza de aranceles por parte de la administración Trump podría tener un impacto significativo en la economía colombiana. Con EE. UU. como el principal socio comercial de Colombia, estos aranceles podrían perjudicar gravemente a sectores que dependen del comercio bilateral, como el café, las flores y otros productos agrícolas. “Colombia necesita los ingresos legales de los impuestos para financiar la seguridad y el funcionamiento del estado”, advirtió un analista.
En resumen, la crítica de Petro a la política antidrogas estadounidense no solo refleja una preocupación por la violencia y la corrupción en Colombia, sino que también resalta la necesidad de un enfoque más humano y basado en la salud pública en la lucha contra las drogas. En este contexto, la relación entre Colombia y EE. UU. enfrenta un desafío significativo que podría cambiar el rumbo de sus políticas en el futuro.


