El reciente anuncio del gobernador de Oaxaca, Salomón Jara, sobre la utilización de los fondos del festival Guelaguetza para ayudar a las comunidades afectadas por el huracán Erick, nos plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿puede un evento cultural convertirse en un motor de reconstrucción social y económica? Este enfoque no solo demuestra un compromiso hacia los damnificados, sino que también subraya cómo los eventos culturales pueden tener un impacto real en tiempos de crisis.
Los números detrás de la Guelaguetza
Según los datos que han circulado, se espera que la Guelaguetza genere alrededor de 40 millones de pesos (aproximadamente 2.1 millones de dólares) en ingresos. Por otro lado, la Feria del Mezcal, que se celebrará en paralelo, podría aportar más de 31 millones de pesos (1.6 millones de dólares). Sin embargo, aquí viene la pregunta del millón: ¿son estos ingresos suficientes para enfrentar la magnitud del desastre? Jara ha admitido que el costo de reconstrucción de las áreas afectadas superará con creces los fondos que se recaudarán por los festivales. Esto nos deja pensando: ¿realmente pueden estas iniciativas abordar las devastadoras consecuencias de fenómenos naturales como el huracán Erick?
La respuesta no es sencilla. Aunque la Guelaguetza y la Feria del Mezcal son eventos emblemáticos que atraen a miles de turistas y generan ingresos significativos, la realidad es que el huracán ha dejado a 277,000 hogares sin electricidad y ha destruido aproximadamente el 25% de las viviendas en la región. Esto pone de manifiesto la necesidad de un enfoque a largo plazo, más allá de las festividades temporales. Se requiere una estrategia de inversión sostenida para garantizar que las comunidades puedan recuperarse de manera adecuada.
Lecciones aprendidas de la adversidad
La historia de la Guelaguetza nos recuerda que, si bien los eventos culturales pueden ser un motor económico, también deben ser parte de un marco más amplio que contemple la recuperación y sostenibilidad de las comunidades. La experiencia de Jara y su administración frente a la crisis del huracán nos brinda lecciones valiosas. En primer lugar, la colaboración entre diferentes niveles de gobierno y la comunidad es esencial. La respuesta rápida y coordinada, que ha involucrado a funcionarios federales, estatales y locales, es un modelo a seguir en la gestión de crisis.
Además, es fundamental que los líderes comuniquen de forma transparente las expectativas sobre la recuperación. La promesa de recursos provenientes de la Guelaguetza y la Feria del Mezcal es un paso positivo, pero también necesitamos un plan claro para abordar el desafío financiero que representa la reconstrucción. Los datos de crecimiento deben ser respaldados por un análisis profundo que considere el churn rate de las iniciativas y el LTV de las inversiones en infraestructura.
Acciones concretas para el futuro
Para los fundadores y gerentes de producto que buscan inspiración en esta situación, hay varios takeaway prácticos. Primero, es crucial identificar el product-market fit de cualquier iniciativa que se desee implementar. En este caso, el mercado se compone tanto de turistas como de habitantes locales que necesitan apoyo. Segundo, se deben establecer métricas claras para medir el éxito a largo plazo, más allá de la mera recaudación de fondos. Y por último, fomentar una cultura de resiliencia en las comunidades es fundamental. Esto implica no solo reconstruir lo que se perdió, sino también fortalecer las capacidades locales para enfrentar futuras adversidades.
En conclusión, la Guelaguetza, lejos de ser solo un evento cultural, se erige como un símbolo de la resiliencia oaxaqueña. No obstante, es esencial que los esfuerzos de reconstrucción se sostengan en un análisis riguroso y un enfoque estratégico a largo plazo para asegurar que las comunidades realmente puedan levantarse y prosperar tras la tormenta.