La violencia de género sigue siendo un tema candente en Brasil, y el reciente caso de feminicidio en Mairiporã ha encendido nuevamente la alarma. Una mujer de 32 años, Liliane Aparecida Antonio Amorim, fue brutalmente asesinada, y el principal sospechoso es su exmarido, un hombre de 30 años. Este suceso no solo nos duele, sino que también nos confronta con una realidad que parece empeorar año tras año.
Detalles del caso
El crimen ocurrió la tarde del martes 13 de este mes, en la calle Dona Charlotte Szirmai. Los guardias civiles llegaron al lugar tras recibir una llamada y encontraron el cuerpo de la víctima. Según informes de la Secretaría de Seguridad Pública, el sospechoso fue visto la noche anterior dejando a su hijo con la niñera y permaneciendo a solas con Liliane. Desde entonces, ha desaparecido. La policía ha iniciado una búsqueda activa, mientras que la comunidad se pregunta cómo pudo suceder algo tan terrible.
El aumento de la violencia contra las mujeres
Los datos son alarmantes: en 2023, Brasil registró más de 275,000 denuncias de agresiones contra mujeres, un aumento significativo respecto a los 221,240 casos del año anterior. ¿Y saben qué es lo más desgarrador? Seis de cada diez casos ocurrieron en el hogar, un espacio que debería ser seguro y protegido. Este fenómeno pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar la violencia de género desde sus raíces, y no solo con medidas reactivas.
Un panorama desolador
A medida que se desglosan los datos del Atlas de la Violencia 2025, se revela que la violencia comunitaria y la violencia institucional también han ido en aumento. Es como si los cimientos de nuestra sociedad estuvieran temblando bajo el peso de la intolerancia y el machismo. Recuerdo una charla que tuve con una amiga que trabaja en un refugio para mujeres víctimas de violencia. Me decía que cada día llegan nuevas mujeres con historias desgarradoras, algunas incluso con sus hijos. Y yo no puedo evitar preguntarme: ¿qué estamos haciendo mal como sociedad?
Reflexiones sobre la violencia de género
Es fundamental que como sociedad reflexionemos sobre nuestros valores y actitudes hacia la violencia de género. Las cifras son escalofriantes y, aunque pueden parecer solo números, detrás de cada uno de ellos hay una historia, una vida truncada. La violencia no solo afecta a las víctimas directas, sino que también deja cicatrices profundas en sus familias y comunidades. ¿Qué medidas estamos tomando realmente para erradicar este problema? ¿Cuántas veces hemos visto una situación de abuso y hemos decidido no intervenir? Es hora de romper el silencio y actuar.
La importancia de la educación y la sensibilización
La educación es clave. Desde una edad temprana, debemos enseñar a los niños y niñas sobre el respeto, la igualdad y la no violencia. Es un trabajo que debe comenzar en casa y continuar en las escuelas y comunidades. Promover una cultura de respeto y empatía es fundamental para cambiar la narrativa de la violencia. No se trata solo de sancionar a los agresores, sino de crear un entorno donde la violencia no tenga cabida. A veces, me pregunto si todos hacemos lo suficiente en nuestra vida cotidiana para contribuir a este cambio. ¿Nos detenemos a pensar en nuestras acciones y palabras?
Un llamado a la acción
La tragedia de Mairiporã debe ser un llamado a la acción. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la violencia sigue cobrando vidas. Es hora de que la sociedad, las instituciones y el gobierno trabajen juntos para poner fin a esta ola de agresiones. Cada uno de nosotros tiene un papel que jugar, ya sea alzando la voz contra la injusticia o apoyando a las organizaciones que luchan por los derechos de las mujeres. Como dice el dicho, «la unión hace la fuerza». Si todos aportamos nuestro granito de arena, quizás logremos cambiar el rumbo de esta historia.


