Explorando el sentido del hogar en la vida contemporánea

La noción de hogar va más allá de lo físico y se entrelaza con nuestra identidad y experiencias. En un mundo globalizado, donde las fronteras se desdibujan, la idea de hogar se vuelve más compleja. Este es un concepto que he vivido en carne propia, compartiendo mi tiempo entre un rancho en Durango, el área de Chicago y la vibrante Ciudad de México. Cada uno de estos lugares ha dejado una huella en mí, y cada regreso me ofrece nuevas perspectivas sobre lo que significa realmente ‘hogar’.

El viaje hacia el hogar: un reto logístico y emocional

Regresar a Santa Rosa, mi primer hogar, después de cuatro años fue una experiencia cargada de emociones. La logística para llegar no es sencilla: volar a la capital de Durango y luego recorrer cinco o seis horas por caminos difíciles puede ser agotador. Aquellos que han hecho este recorrido saben que los automóviles convencionales no son una opción viable; un camión robusto es esencial para sortear las inclemencias del tiempo y los caminos en mal estado.

Otra alternativa es conducir desde Estados Unidos, un viaje que mi familia realizó durante años y que aún continúa mi hermano. Pasar días en la carretera, con paradas en moteles, se ha convertido en parte de nuestra tradición familiar. Sin embargo, no importa la ruta elegida, el camino es largo y a menudo incómodo, y puede tomar varios días recuperarse de la travesía.

Una vez que llegas a Santa Rosa, el esfuerzo vale la pena. El pueblo, enclavado entre montañas y desiertos, cobra vida durante los meses de verano. Este año, en particular, la naturaleza me sorprendió: las lluvias habían transformado el paisaje árido en una explosión de verdes vibrantes. Era la primera vez que veía mi hogar tan exuberante y lleno de vida.

Lecciones de vida en el rancho

Al regresar como adulto, he comenzado a notar aspectos que antes pasaba por alto. La vida en el rancho es dura y está marcada por el trabajo constante. Mi padre, a sus 72 años, sigue criando ganado y trabaja desde el amanecer hasta el anochecer, dedicándose a alimentar y cuidar su rebaño con la dedicación de un verdadero ranchero. Este compromiso es algo que, de niño, no comprendía del todo.

Además, he observado cómo algunos ranchos que alguna vez eran pueblos fantasmas han resurgido. La Noria, por ejemplo, ha experimentado un renacimiento. Familias que se marcharon a Estados Unidos hace décadas han regresado, buscando pasar sus años dorados en el lugar que una vez llamaron hogar. Este patrón no es raro; muchos pasan años trabajando en el extranjero, pero regresan en los meses de verano e invierno, reviviendo tradiciones y fiestas locales.

Incluso mis sobrinos, nacidos en Estados Unidos, sienten la atracción de regresar. Ver su conexión con la tierra fue conmovedor. Si algún día tengo hijos, deseo que ellos también mantengan ese vínculo con sus raíces.

La dualidad de la modernidad y la tradición

La modernidad ha llegado a Santa Rosa a su manera. Aunque el acceso a internet ha mejorado, los cortes de electricidad y la cobertura inestable siguen siendo comunes. Durante mi visita, experimenté un apagón de 24 horas, lo que subraya la desconexión que a veces se siente en el rancho. Sin embargo, este estilo de vida también conlleva riesgos. Las tragedias son parte de la realidad diaria, desde accidentes fatales hasta la falta de presencia policial, lo que crea un ambiente que a veces se asemeja al viejo oeste.

La vida rural también desafía las expectativas culturales. La costumbre de que los hombres lleven armas en las fiestas puede sorprender a quienes no están familiarizados. En este rincón de México, la cultura y las tradiciones se entrelazan con la vida cotidiana, y cada vez que visito, desbloqueo nuevas capas de comprensión sobre mí mismo y mi identidad.

Así como el profesor que admiré en la universidad, quien regresó a sus raíces tras años de rechazo, yo también he descubierto una nueva apreciación por mi hogar en Durango. La música norteña, que antes despreciaba, ahora resuena profundamente en mi corazón, simbolizando la conexión con mis ancestros y la tierra que me formó.

Regresar a Santa Rosa, mi primer hogar, después de cuatro años fue una experiencia cargada de emociones. La logística para llegar no es sencilla: volar a la capital de Durango y luego recorrer cinco o seis horas por caminos difíciles puede ser agotador. Aquellos que han hecho este recorrido saben que los automóviles convencionales no son una opción viable; un camión robusto es esencial para sortear las inclemencias del tiempo y los caminos en mal estado.0