En un café de San Miguel de Allende, me encuentro reflexionando sobre el acto de dar propinas en México. Recientemente, una conversación con una pareja de turistas estadounidenses me llevó a cuestionar mis propias prácticas y las implicaciones de estas en la comunidad local. En un mundo donde las expectativas de servicio y remuneración son cada vez más complejas, es crucial entender cómo nuestras acciones pueden afectar a quienes nos rodean.
¿Estamos realmente ayudando al dar propinas?
La pregunta que todos nos hacemos al momento de dejar una propina es: ¿estamos ayudando o perjudicando? En septiembre de 2020, durante la pandemia, mis socios y yo iniciamos un movimiento para eliminar las propinas en restaurantes. Apostábamos por un modelo de remuneración que garantizara un salario digno y acceso a servicios de salud para los trabajadores de la industria. Sin embargo, tras varios años de reflexionar sobre este tema, me doy cuenta de que en México, la situación es más compleja.
Con datos de 2019 que indican que el sector de servicios de alimentos en México genera 855 mil millones de pesos, la mayoría de los restaurantes son pequeños negocios familiares. Esto plantea un dilema: ¿qué tan justos son nuestros hábitos de consumo y propina cuando la mayoría de los trabajadores en este sector ganan alrededor de 9,000 pesos al mes, apenas suficientes para cubrir sus necesidades básicas?
El impacto de nuestras decisiones se vuelve evidente al observar cómo las expectativas de servicio pueden variar. Si bien es natural querer recompensar a aquellos que brindan un buen servicio, debemos considerar cómo nuestras prácticas de propinas pueden perpetuar un ciclo en el que los trabajadores asumen que los clientes locales no dejarán propinas generosas, alterando así su comportamiento hacia ellos.
Desmitificando el acto de dar propina
He sido testigo de cómo la cultura de propinas puede afectar la dinámica entre turistas y locales. En mi experiencia de casi tres décadas en la industria de la hospitalidad, aprendí que el trato amable y la dedicación son esenciales. Sin embargo, después de un consejo que recibí de una madre emprendedora local, he comenzado a replantear mi forma de actuar. Ella me sugirió que dejara de dar propinas excesivas, ya que esto no solo podría desincentivar un servicio adecuado hacia los locales, sino que también podría contribuir a una percepción errónea sobre el valor del servicio en general.
Es un dilema: ¿deberíamos dar propinas generosas para ayudar a los trabajadores, o sería más efectivo ajustar nuestras expectativas y prácticas de consumo a la realidad económica local? La clave aquí es la empatía y la conciencia sobre cómo nuestras acciones, aunque bien intencionadas, pueden tener efectos no deseados.
Lecciones para una mejor práctica de propinas
La reflexión sobre el tipping nos lleva a considerar varios aspectos prácticos. Primero, es importante investigar y entender el estándar de propinas en el país que estamos visitando. En México, se considera adecuado dejar entre un 10% y un 15% de propina, dependiendo de la calidad del servicio. Sin embargo, esto no debe convertirse en una regla rígida. En ocasiones, un gesto amable y considerado puede ser más valioso que una suma de dinero en efectivo.
En segundo lugar, antes de decidir cuánto dejar como propina, pregúntate: «¿Qué significa esto para la persona que me atendió?». Esta autoevaluación puede ayudarnos a tomar decisiones más informadas y responsables. Si te sientes tentado a dar más de lo habitual, reflexiona sobre si eso podría estar afectando la percepción del servicio hacia otros clientes.
Finalmente, el concepto de ‘votar con tu dólar’ cobra un significado renovado. Al final del día, cada decisión que tomamos en relación con nuestras propinas y consumo tiene un impacto. La gentrificación y otros problemas económicos que afectan a las comunidades locales nos obligan a ser más conscientes y responsables como consumidores.
Reflexiones finales
En conclusión, el tema de las propinas en México es más que un simple acto de gratitud; se trata de una compleja intersección de economía, cultura y responsabilidad social. Al interactuar con comunidades locales, debemos ser conscientes de cómo nuestras acciones pueden contribuir a un ciclo de ayuda o, en su defecto, perpetuar injusticias. Al final, la verdadera medida de nuestro impacto radica en cómo actuamos y en qué valores decidimos promover con nuestras decisiones diarias.



