Recientemente, el gobierno federal de México ha tomado una decisión sorprendente: el proyecto del aeropuerto de Texcoco, que había sido cancelado, se trasladará a la región de Xochimilco. Esta revelación ha generado un amplio espectro de reacciones, desde la incredulidad hasta la esperanza. Según los funcionarios, el nuevo sitio se presenta como una alternativa más viable, aunque las razones que sustentan esta afirmación son cuestionables.
La decisión de reubicar el aeropuerto surge tras el aumento de los niveles de agua en el Lago Texcoco, que ha inundado el antiguo sitio del aeropuerto. Jorge Daniel Fonseca, portavoz del proyecto, expresó con confianza que “la naturaleza quiere recuperar Texcoco”, mientras se encontraba rodeado de aguas que antes eran parte de un aeropuerto en construcción. “Así que nos dirigimos a Xochimilco, donde el agua es solo un concepto teórico”, añadió.
Un nuevo enfoque para un viejo problema
El diseño del nuevo aeropuerto en Xochimilco no solo se basa en la necesidad de infraestructura; también busca integrar características innovadoras. El arquitecto paisajista Iñaki Echeverría, quien lidera los esfuerzos de restauración en Texcoco, considera que este movimiento puede ser beneficioso para ambas áreas. “Estamos transformando Texcoco en un ecosistema vibrante, mientras que Xochimilco se convertirá en una pista de aterrizaje”, afirmó, a pesar de las olas visibles de agua que salpicaban a su alrededor.
Una visión futurista y sostenible
En su afán por modernizar el concepto de aeropuerto, los ingenieros del gobierno proponen sustituir las tradicionales trajineras de Xochimilco por lo que han llamado “trajineras aeronauticales”, alimentadas por motores de jet reciclados. “Lo positivo es que, en caso de inundaciones, simplemente lo consideraremos un aeropuerto ‘tradicional’”, comentó uno de los planificadores, con un tono optimista.
Los residentes de Xochimilco tienen opiniones divididas sobre este nuevo desarrollo. Algunos ven con buenos ojos la llegada de aviones, esperando que su ruido ayude a ahuyentar a los mosquitos, mientras que otros se muestran escépticos respecto a las promesas del gobierno. “Todo suena muy bonito, pero ¿qué pasará con nuestras vidas?”, cuestionó una madre de familia local.
La respuesta de la comunidad y el impacto ambiental
A medida que el proyecto avanza, las voces de los ecologistas y los observadores de aves se hacen oír. En Texcoco, la restauración de los humedales ha dado lugar a un resurgimiento de especies migratorias que se habían alejado de la zona. “Es impresionante ver la vida regresar a un lugar que había sido un desierto de concreto”, afirmó un entusiasta de la ornitología que no pudo evitar preocuparse por el futuro de estas aves. “¿Qué pasará con ellas cuando los aviones comiencen a sobrevolar su hogar?”
Expectativas y preocupaciones
Los responsables del proyecto han decidido que el nuevo aeropuerto llevará el nombre de Xochimilco Axolotl International Airport (Toma Dos) y prometen que será “totalmente a prueba del futuro”. Esto incluye la implementación de al menos seis capas de materiales reforzados y elementos ecológicos, aunque muchos en la comunidad se preguntan qué tan efectivas serán estas medidas ante la realidad de la zona.
En cuanto a posibles inundaciones en Xochimilco, un funcionario anónimo se mostró optimista, declarando: “A pesar de cualquier eventualidad, es más seco que el anterior lugar que elegimos”. Esta afirmación, sin embargo, no ahonda en los riesgos reales que enfrentan tanto el nuevo aeropuerto como la comunidad que lo rodea.
El regreso de la actividad aeroportuaria a la zona de Xochimilco plantea una serie de dilemas. Mientras algunos ven el potencial de desarrollo y empleo, otros advierten sobre la pérdida de la identidad cultural y la biodiversidad local. La pregunta que queda es si este nuevo aeropuerto será un símbolo de progreso o un paso hacia un futuro incierto.


