La vida y muerte de un ícono del tango
Carlos Gardel, conocido como el «Zorzal Criollo», es uno de los nombres más resonantes en la historia de la música argentina. Su trágica muerte el 24 de junio de 1935, en un accidente aéreo en Medellín, Colombia, dejó un vacío en el mundo del tango. A los 44 años, Gardel había alcanzado la cima de su carrera, dejando un legado musical que perdura hasta hoy. Su testamento, redactado en 1933, designó a su madre, Berthe Gardes, como la heredera universal de sus bienes, asegurando que su legado estuviera en manos de quien más lo conocía y amaba.
La complejidad de la herencia
La fortuna de Gardel no solo se limitó a su música, sino que abarcó una serie de bienes que, a lo largo de los años, pasaron por diversas manos. Tras su muerte, Berthe Gardes nombró a Armando Vicente De Fino como administrador de los bienes de su hijo. Este movimiento fue crucial, ya que De Fino se convirtió en el albacea de la herencia, asegurando la correcta administración de los bienes del artista. En 1960, De Fino decidió legar su fortuna a su esposa, Adela Blasco de De Fino, estableciendo un plan de sucesión que incluía a su sobrino y a Nuria Eulalia de Fortuny de Cortada, quien se encargó de cuidar el legado de Gardel y su madre.
Preservando la memoria de Gardel
El compromiso de Nuria Eulalia de Fortuny de Cortada con la memoria de Gardel es admirable. En el año 2000, cedió sus derechos a sus hijas, quienes, en 2018, hicieron lo mismo con Walter Santoro. Este último fundó la Fundación Internacional Carlos Gardel, dedicada a preservar su legado cultural. La colección de Gardel incluye 1.300 discos de vinilo, guitarras originales, fotografías y documentos que narran su vida y carrera. En una reciente entrevista, Nuria compartió el hallazgo de una valija con objetos personales de Gardel, lo que subraya la importancia de mantener viva su memoria. La intención es exhibir estos objetos para que las futuras generaciones puedan apreciar la historia de uno de los más grandes exponentes del tango.
