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Las calles se convierten en un campo de batalla
Las manifestaciones en las calles de la ciudad han dejado una huella profunda en el comercio local. Este miércoles, el caos se apoderó de las zonas aledañas al Congreso, donde los comerciantes se vieron obligados a cerrar sus puertas ante la inminente llegada de disturbios.
La situación se tornó insostenible cuando el aire se llenó de humo y gases lacrimógenos, obligando a muchos a refugiarse en sus locales.
Esther, empleada de una dietética, relató cómo tuvo que cerrar su negocio cuando los problemas comenzaron a intensificarse.
«Los gases entraron por todas partes, y tuvimos que quedarnos adentro hasta que la situación se calmara un poco», comentó. Este tipo de incidentes no solo afecta la economía, sino que también genera una sensación de inseguridad que persiste en el ambiente.
El miedo se apodera de los comerciantes
Belén, trabajadora de un bazar, expresó su preocupación por la violencia que se desató durante las protestas. «Sé que los jubilados tienen derecho a reclamar, pero los barrabravas no tenían nada que ver.
Fue un nivel de agresión muy grande», afirmó. La incertidumbre se ha convertido en una constante, y muchos comerciantes evitan abrir sus negocios por miedo a que la situación se repita.
Gustavo, que trabaja en un puesto de diarios, también vivió la angustia de tener que abandonar su local.
«Cuando volví, todo estaba imposible, con la gente corriendo y los gases por todos lados», relató. La pérdida económica es palpable, y muchos se ven obligados a cerrar antes de que la situación se vuelva crítica.
Las consecuencias económicas son devastadoras
Los comerciantes no solo enfrentan el miedo y la inseguridad, sino que también sufren pérdidas económicas significativas. Cristian, un mozo en un restaurante, recordó un momento de desesperación cuando tuvo que cerrar las puertas debido a la llegada de personas buscando refugio. «Se metió todo el gas lacrimógeno, había mujeres con nenes llorando, gente con heridas de bala de goma», describió. La situación se volvió caótica y muchos negocios se vieron obligados a cerrar, lo que repercute en sus finanzas.
Adriana, dueña de una librería, también se vio forzada a bajar la persiana. «Uno está de acuerdo con el reclamo de los jubilados, pero no con la forma en que se llevan a cabo las protestas», comentó. La implementación de protocolos de seguridad ha mejorado la situación, pero el miedo persiste y los comerciantes continúan sintiendo el impacto de estas manifestaciones en su día a día.