El 17 de enero de 1995, a las 5:46:53 de la mañana, Japón fue sacudido por un terremoto devastador que dejó una marca indeleble en la historia del país. Apodado el gran terremoto de Hanshin, este fenómeno natural alcanzó una magnitud de 6.9, con epicentro en la isla de Awaji, a tan solo 20 kilómetros de Kobe, una de las ciudades más pobladas de la región. Este cataclismo no solo causó la muerte de más de 5,000 personas, sino que también destruyó infraestructuras vitales y alteró la vida de millones.
Un impacto devastador en Kobe
Kobe, con su población de 1.5 millones, fue la ciudad más afectada. La intensidad del temblor, clasificada como nivel 7 por la Agencia Meteorológica de Japón, provocó el colapso de casi 400,000 edificaciones, desde hogares hasta edificios comerciales. Las imágenes de los puentes y carreteras destruidos dieron la vuelta al mundo, revelando la ferocidad del desastre. La ciudad fue consumida por aproximadamente 300 incendios que arrasaron con lo que quedaba en pie.
La lucha por la recuperación
La respuesta al desastre fue lenta y caótica. La falta de coordinación inicial dejó a muchos residentes sin ayuda inmediata, lo que provocó que voluntarios de todo Japón se trasladaran a la zona afectada para ofrecer asistencia. En total, alrededor de 1.2 millones de voluntarios, incluidos extranjeros, se unieron a los esfuerzos de rescate en los meses siguientes. Las tiendas locales utilizaron sus redes de suministro para llevar alimentos y medicinas a los necesitados, mientras que organizaciones e individuos lucharon por traer alivio a los afectados.
Cambios en la política de prevención de desastres
El terremoto de Hanshin se convirtió en un punto de inflexión para la política de prevención de desastres en Japón. La tragedia reveló la fragilidad de la infraestructura y la necesidad de un enfoque más robusto en la planificación urbana y la construcción. Las autoridades implementaron medidas como la instalación de bloques de goma bajo puentes para absorber los impactos sísmicos y una revisión de las normativas de construcción. Estas acciones surgieron de la necesidad de proteger a la población ante futuros desastres.
La importancia del voluntariado
La respuesta solidaria de los ciudadanos también marcó un antes y un después en la cultura del voluntariado en Japón. En diciembre de 1995, el gobierno declaró el 17 de enero como el Día Nacional de la Prevención de Desastres y el Voluntariado, promoviendo actividades que recordaran la importancia de estar preparados ante emergencias. Este espíritu de comunidad y ayuda mutua rescató no solo a los sobrevivientes, sino también a la identidad colectiva de una nación resiliente.
Lecciones aprendidas
Las lecciones del gran terremoto de Hanshin resuenan hasta hoy. La importancia de la preparación y la respuesta rápida son ahora principios fundamentales en la gestión de desastres en Japón. Los cambios implementados tras el terremoto han sido efectivos, y el país se ha convertido en un modelo mundial en la materia. Sin embargo, el recuerdo de aquel día trágico sigue vivo en la memoria de quienes lo vivieron. A medida que el tiempo avanza, el desafío de recordar y aprender de esta tragedia continúa.