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Un miércoles de caos y calor en Buenos Aires
El miércoles 6 de marzo fue un día para olvidar en la Ciudad de Buenos Aires. Con temperaturas que alcanzaron los 44 grados de sensación térmica, un apagón eléctrico masivo dejó a cientos de miles de usuarios sin suministro eléctrico y, por ende, sin la posibilidad de utilizar el subte.
Este evento no solo afectó a los pasajeros, sino que también complicó el tráfico en las calles, donde más de 80 semáforos se apagaron, convirtiendo la ciudad en un verdadero caos.
Estado del servicio del subte tras el apagón
A pesar del desastroso miércoles, el jueves la situación comenzó a normalizarse. Las líneas C, E y H del subte porteño operaron con normalidad, brindando alivio a los usuarios que dependían de este medio de transporte. Sin embargo, la línea A, que conecta San Pedrito con Plaza de Mayo, también funcionó sin problemas, aunque la estación Lima continuaba cerrada por obras de renovación integral.
Por otro lado, las líneas B y D también estaban operativas, aunque con estaciones cerradas, lo que generó cierta confusión entre los pasajeros.
Impacto del apagón en la vida cotidiana
El apagón, que afectó a más de 1.100.000 personas en dos cortes, fue causado por una falla en una línea de alta tensión.
Esto no solo interrumpió el servicio del subte, sino que también dejó a muchos sin electricidad en medio de sus actividades diarias. La situación se volvió crítica cuando las líneas B y E del subte tuvieron que suspender sus servicios temporalmente.
Afortunadamente, la línea C, E y H lograron restablecer sus recorridos rápidamente, pero la línea B fue la última en volver a la normalidad, lo que dejó a muchos pasajeros frustrados.
Reflexiones sobre la infraestructura de transporte
Este incidente pone de relieve la necesidad urgente de mejorar la infraestructura de transporte en Buenos Aires. Con un sistema de subte que ya enfrenta desafíos de capacidad y mantenimiento, un apagón de esta magnitud resalta las vulnerabilidades del sistema. Los usuarios merecen un servicio confiable y eficiente, especialmente en días de calor extremo. La ciudad debe invertir en soluciones sostenibles que no solo mejoren la infraestructura eléctrica, sino que también garanticen un transporte público que funcione sin interrupciones.
