Durante el mes de diciembre, los pueblos indígenas de México celebraban el Panquetzaliztli, un periodo sagrado dedicado a Huitzilopochtli, el dios de la guerra. Este festival, que se extendía por 20 días, se caracterizaba por la elevación de estandartes en templos y árboles, simbolizando la devoción a su deidad. Con el tiempo, estas celebraciones fueron transformadas por la llegada de los colonizadores españoles, quienes introdujeron nuevas tradiciones cristianas que se entrelazaron con las prácticas indígenas.
La fusión de estas costumbres dio lugar a la creación de la famosa piñata. Originalmente, el artefacto era hecho de barro y cubierto con papel de colores, simbolizando los placeres materiales que se deseaban superar. Adornada con siete picos, cada uno representando un pecado capital —lujuria, gula, envidia, orgullo, avaricia, ira y pereza—, este simbolismo se mantenía vivo en las festividades en torno a la llegada de la Navidad.
La piñata como símbolo de superación
En los rituales que acompañaban las misas de aguinaldo, la piñata servía como un medio para enseñar la importancia de resistir las tentaciones terrenales. Al romperla, golpeada con un palo mientras el participante estaba vendado, se liberaban dulces y frutas, representando las recompensas celestiales prometidas a los fieles. Este acto no solo era un entretenimiento, sino también un momento cargado de significado religioso.
La transición de la piñata de barro a la de papel maché
Con el paso del tiempo, la piñata evolucionó en forma y materiales. Las piñatas de barro, que presentaban un considerable riesgo de causar heridas, fueron reemplazadas en gran parte por versiones de papel maché. Esta transición se debió a razones de seguridad, ya que las piñatas de papel maché son más livianas y menos propensas a causar daños. A pesar de este cambio, el simbolismo de la piñata permaneció intacto, conservando su esencia festiva y espiritual.
Las posadas y su relación con la piñata
Las posadas, celebraciones que tienen lugar del 16 al 24 de diciembre, guardan un profundo vínculo con las tradiciones prehispánicas. Estas festividades, que conmemoran la búsqueda de posada por parte de María y José, se desarrollan en un ambiente de convivencia familiar y comunitaria. Durante las posadas, es común romper una piñata, continuando así la tradición instaurada durante la época colonial.
La canción de la piñata
En el contexto de las posadas, los participantes entonan canciones que acompañan el ritual de romper la piñata. Una de las letras más tradicionales decía: “No quiero oro / Ni quiero plata / Lo que quiero es romper la piñata.” Aunque hoy en día las canciones han evolucionado, la esencia de este canto sigue presente, uniendo a la comunidad en torno a una actividad llena de alegría y simbolismo.
Hoy en día, la piñata ha tomado muchas formas. Aunque las versiones más recientes tienden a representar personajes de la cultura popular, las piñatas con forma de estrella de siete picos siguen siendo un elemento importante durante las festividades navideñas. Así, la rica historia de la piñata no solo refleja la fusión de culturas, sino también cómo las tradiciones pueden adaptarse y permanecer relevantes a lo largo del tiempo. En esencia, la piñata sigue siendo un símbolo de alegría y comunión, recordándonos el legado de las celebraciones ancestrales que han perdurado a lo largo de los siglos.



