El 10 de octubre de 1986, un terremoto de magnitud 7.5 sacudió San Salvador, provocando una de las catástrofes más trágicas en la historia de la capital salvadoreña. Este evento sísmico dejó un saldo de alrededor de 2,000 muertes y afectó a más de 200,000 personas, dejando 20,000 heridos. Según el historiador Thomas Anderson, en su libro Politics of Central America, el terremoto de 1986 superó en fatalities a los sismos ocurridos en 2001.
La magnitud de la tragedia se evidenció en los 150,000 edificios destruidos y en la pérdida de 288,679 casas, mientras que 108,226 más resultaron dañadas. Esta catástrofe dejó a San Salvador prácticamente desolada, con un 80% de la ciudad gravemente afectada.
El momento del sismo
El terremoto se produjo a las 11:49:26 de la mañana, hora local, generando un impacto inmediato en la población. La duración del movimiento telúrico osciló entre 38 y 49 segundos y se sintió con intensidad en diferentes regiones, incluyendo partes de Guatemala y Honduras. El epicentro se localizó en Los Planes de Renderos, a una profundidad de 5.4 km, y las ondas sísmicas se desplazaron hacia el norte, atravesando áreas como San Jacinto, Santa Anita y Candelaria.
Efectos del sismo en la infraestructura
La infraestructura de la ciudad fue duramente golpeada, siendo el edificio Rubén Darío uno de los más emblemáticos en cuanto a daños. Este edificio, que ya había sufrido un sismo en 1965 y no había sido reparado adecuadamente, colapsó, causando la muerte de aproximadamente 500 personas en su interior. Otros edificios, como el edificio Pacífico, también fueron demolidos tras el desastre.
No solo los edificios de gran altura sufrieron los estragos del sismo; también los barrios populares como Santa Anita quedaron en ruinas, con casas construidas de adobe y lámina que simplemente no resistieron la fuerza del movimiento. En muchas de estas áreas, los residentes quedaron incomunicados debido a la destrucción de caminos y accesos.
Respuestas y rescate
La situación tras el sismo fue caótica. Desde el primer momento, los cuerpos de socorro y la población civil se unieron en esfuerzos de rescate. En el caso del hospital de niños Benjamín Bloom, la mayoría del personal había asistido a un congreso, dejando a un reducido grupo de médicos y estudiantes de medicina a cargo de la evacuación de pacientes. Con gran valentía, lograron trasladar a los pacientes en condiciones críticas a otros lugares para recibir atención.
Ayuda internacional y rescates heroicos
La comunidad internacional respondió rápidamente a la tragedia, enviando ayuda humanitaria y brigadas de rescate desde países como México y Francia. Uno de los momentos más destacados fue el rescate de dos sobrevivientes en el edificio Rubén Darío, quienes permanecieron atrapados bajo los escombros durante 75 horas. Este tipo de esfuerzos resalta el espíritu de solidaridad que emergió de la tragedia.
El terremoto de 1986 no solo dejó un legado de destrucción, sino que también transformó la estructura social y económica de San Salvador. A medida que la ciudad comenzaba a reconstruirse, la actividad comercial se desplazó hacia el oeste, hacia áreas como San Benito y el nuevo centro comercial Metrocentro.
Memoria y legado
Hoy, el recuerdo de este sismo sigue vivo, especialmente en la memoria de los 41 niños y un niño que perdieron la vida en la escuela Santa Catalina, en el barrio San Jacinto. La tragedia de 1986 se convierte no solo en un capítulo oscuro en la historia de El Salvador, sino también en un recordatorio constante de la importancia de la preparación ante desastres naturales.
A pesar de que la infraestructura de salud resultó gravemente dañada, la resiliencia de la población y las lecciones aprendidas a partir de esta catástrofe han permitido que San Salvador continúe su camino hacia la reconstrucción y la recuperación.


