Amelia Maggia, una joven que trabajaba en una fábrica de relojes debía junto con sus compañeras pintar las cifras de los relojes. Tiempo después empezó a sufrir perdidas en el cuerpo debido a esto murió, en un principio lo asociaron a que ella tenía sífilis, luego se supo la verdad.
Dijeron que la joven murió de sífilis, 5 años después descubren la verdad
Tiempo atrás se pensaba que la radio podía alargar la vida de las personas, por esto las personas que tenían mucho dinero, iban a sesiones o bebían agua con radio.
Se pensaba que el radio tenía propiedades curativas.
Amelia Maggia conocida como «Mollie», empezó muy joven a trabajar en una fábrica de relojes, el salario era tres veces más alto al que daban en otras fábricas.
Junto con otras compañeras debían pintar las cifras de los relojes.
El color que utilizaban contenía radio. Ellas tenían que chupar el pincel para hacerlo más fino. Asegurándoles que el radio no les iba a generar ningún problema de salud.
Propietarios de empresas que fabricaban radio admitieron con una investigación falsa que el trabajar con esto no suponía riesgo para la salud.
A las trabajadoras de la fábrica se les llamaba “chicas fantasmas” porque este radio hacía que se iluminaran en la oscuridad, algunas de ellas se pintaban los dientes para que se vieran con un brillo especial.
Después de un tiempo, Mollie comenzó a tener problemas con sus dientes a tal punto que tuvieron que ser extraídos, uno a uno por un dentista.
Su situación empeoró cuando su mandíbula empezó a pudrirse y a llenarse de pus, finalmente, su mandíbula desapareció al igual que su cadera, esta quedó destrozada, en poco tiempo murió.
En 1922 el informe de su muerte constató que la causa de su fallecimiento fue por sífilis, después de 5 años, cuando la desenterraron se familia se dio cuenta de la verdad.
Mollie fue la primera en morir, pero no fue la última. Sus compañeras de trabajo empezaron a morir en EEUU como consecuencia de los terribles efectos de la radiación.
La verdad empezó a salir a la luz, se demostró que el radio era el causante de todo el mal, aunque los dueños de estas fábricas se mantenían en sus falsas investigaciones.
En 1925, la verdad se conoció gracias a Harrison Martland. Cuando se examinó su cuerpo todavía tenía reflejo luminoso y el color propio del radio. En el año 1938 se declaró culpables de la muerte de todas estas jóvenes a los dueños de las fábricas.
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