«`html
Viajar puede ser un lujo, sobre todo para quienes viven lejos de su familia. Mi esposo y yo, por ejemplo, enfrentamos el reto de encontrar una escapada sin nuestra pequeña de seis años. Sin embargo, durante nuestro viaje a México esta primavera, decidimos celebrar nuestro décimo aniversario de bodas en un lugar que habíamos soñado: la Hacienda de San Antonio. Este antiguo recinto, con una rica historia y rodeado de naturaleza, se convirtió en el escenario ideal para conmemorar este hito tan especial.
Un vistazo a la historia de la Hacienda
Ubicada en el hermoso estado de Colima, la Hacienda de San Antonio tiene raíces que se remontan al siglo XIX, cuando era una próspera plantación de café propiedad de Arnoldo Vogel y su esposa Doña Clotilde. Se dice que el café Arábica producido aquí era tan exquisito que incluso se servía a la familia real alemana. Pero la historia de esta hacienda no se detiene ahí. En la década de 1970, el magnate boliviano Don Antenor Patiño adquirió la propiedad, que luego pasó a su yerno, Sir John Goldsmith. Este último, tras una cuidadosa renovación, la convirtió en un lujoso hotel boutique.
El viaje desde Guadalajara hasta la hacienda nos tomó aproximadamente dos horas y media. Al llegar, el paisaje, aunque seco y polvoriento por la temporada, se transformó en un exuberante verde en cuanto cruzamos el letrero que decía “Hacienda de San Antonio”. A medida que avanzábamos por el camino, rodeados de altos árboles y vegetación densa, sentimos que estábamos entrando en un mundo completamente diferente. ¿No es eso lo que todos buscamos al viajar?
La experiencia en el hotel
Al llegar, el personal nos recibió con toallitas húmedas de lavanda y jugo fresco de frutas de su propia huerta. Este gesto inicial marcó el tono de nuestra estancia. Después del registro, nos ofrecieron un recorrido por la propiedad, comenzando por la capilla construida en 1913, un lugar que se alza como testigo de la devoción de Doña Clotilde tras una erupción volcánica. ¿Quién no se siente atraído por una historia así?
Explorar la hacienda fue como entrar en un cuento de hadas. Desde jardines adornados con fuentes de estilo morisco hasta una piscina rodeada de palmeras y bugambilias, cada rincón parecía estar diseñado para evocar paz y tranquilidad. El restaurante del hotel, que ofrece auténticos platillos mexicanos elaborados con ingredientes de la granja El Jabalí, se convirtió en otro de los puntos destacados de nuestra visita. Cada bocado era un recordatorio de la calidad de los productos frescos, desde la leche hasta las verduras, todo cultivado en la propiedad.
Conexión con la naturaleza
Una de las experiencias más memorables fue nuestra breve excursión a uno de los lagos de la hacienda, donde pudimos disfrutar de la naturaleza en su máxima expresión. Un paseo matutino nos llevó a una cascada que alimenta el lago, y me atreví a darme un chapuzón refrescante. Ese día, rodeados de vegetación salvaje y con un cielo despejado, reflexioné sobre cómo la naturaleza pura se ha convertido en un lujo en el mundo actual. ¿Te has dado cuenta de lo poco que valoramos esto?
La estancia en la Hacienda de San Antonio no solo fue un merecido descanso, sino también una oportunidad para reconectar con lo esencial. En un mundo donde el tiempo es limitado y las experiencias son cada vez más comerciales, encontramos un refugio que honra la historia, la naturaleza y la gastronomía de una manera que pocos lugares logran. Sin duda, estoy dispuesta a volver a pagar por esta experiencia única.
«`