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La huella de la pandemia en Brasil
Han pasado cinco años desde que se confirmó el primer caso de covid-19 en Brasil y el país aún vive con las profundas cicatrices que dejó la pandemia. Con más de 715,295 muertes oficialmente registradas, muchos expertos advierten que la cifra real podría ser aún más alarmante debido a la subnotificación.
Además, cientos de miles de personas continúan lidiando con las secuelas de la enfermedad, lo que resalta la necesidad de abordar no solo las estadísticas, sino también las historias humanas detrás de cada número.
Desinformación y negacionismo
La gestión de la pandemia en Brasil estuvo marcada por la desinformación y el negacionismo.
La difusión de noticias falsas socavó la confianza en las medidas de contención y en la vacunación, lo que llevó a un aumento en la resistencia a las soluciones científicas. Médicos y científicos que se opusieron a estas narrativas enfrentaron amenazas y ataques, lo que pone de relieve un fenómeno alarmante: el ataque a la ciencia se convirtió en una forma de intimidación hacia quienes trabajaban para mitigar la crisis.
La necropolítica en acción
El concepto de necropolítica, desarrollado por Achille Mbembe, se hace evidente en la gestión de la pandemia en Brasil. No se trató solo de una falta de acción, sino de decisiones deliberadas que determinaron quién recibiría protección y quién quedaría expuesto al riesgo.
La negativa del gobierno a aceptar ofertas de vacunas y la promoción de aglomeraciones son ejemplos claros de cómo se priorizó la política sobre la salud pública. Este enfoque ha dejado un legado de dolor y desconfianza que persiste en la sociedad brasileña.
La búsqueda de justicia
A pesar de la impunidad que rodea a las víctimas de la covid-19, la mayoría de los brasileños apoya la investigación de las responsabilidades por las muertes que podrían haberse evitado. Organizaciones como la Asociación de Víctimas y Familiares de Víctimas de la Covid-19 (AVICO Brasil) están a la vanguardia de esta lucha, enfatizando que la búsqueda de justicia es no solo un deber moral, sino una necesidad histórica. La memoria de aquellos que perdieron la vida debe ser honrada, y la verdad debe prevalecer para evitar que errores similares se repitan en el futuro.
