Durante años, se ha creído que la barrera hematoencefálica actúa como un guardián eficaz que protege al cerebro de intrusos como toxinas y patógenos. Sin embargo, investigaciones recientes han puesto en jaque esta noción, mostrando que el cerebro no es el espacio estéril que se pensaba. Un equipo del Instituto Weizmann, bajo la dirección del profesor Ravid Straussman, ha encontrado evidencia de que diversas bacterias pueden establecerse en los tumores cerebrales, lo que podría tener importantes implicaciones en la forma en que entendemos y tratamos el cáncer.
Este estudio, publicado en la revista Nature Cancer, analizó un total de 322 muestras de glioblastomas y metástasis cerebrales originadas principalmente de cánceres de pulmón y mama. Los hallazgos sugieren que las metástasis presentan una mayor diversidad y cantidad de bacterias en comparación con los glioblastomas primarios, lo que plantea preguntas sobre la interacción entre estas bacterias y las células cancerosas.
Descubrimientos clave sobre las bacterias en el cerebro
Los investigadores encontraron que las bacterias no solo estaban presentes dentro de las células cancerosas, sino también en células inmunitarias cercanas. Según Straussman, se identificaron familias bacterianas que muestran una preferencia por ciertos tipos de tumores. Por ejemplo, alrededor del 36% de las especies bacterianas halladas en metástasis de mama también fueron detectadas en los tumores primarios, lo que sugiere una migración bacteriana junto con las células tumorales. Esto implica que las bacterias pueden tener un papel activo en la progresión del cáncer y en la infiltración de metástasis en el cerebro.
La relación entre bacterias y glioblastomas
En los glioblastomas, se ha observado una posible relación simbiótica entre las bacterias y las células tumorales. Las lesiones cerebrales contenían una mayor cantidad de bacterias que están involucradas en la producción de fósforo, un mineral a menudo escaso en estos tumores. Este descubrimiento sugiere que las bacterias podrían estar contribuyendo a la supervivencia y el desarrollo del tumor.
Implicaciones para el tratamiento del cáncer
A pesar de los avances en la investigación sobre el cáncer, los tratamientos para el glioblastoma han cambiado poco en las últimas décadas. Las opciones actuales incluyen cirugía, radioterapia y el uso del fármaco temozolomida. Sin embargo, el estudio también se centró en cómo las bacterias podrían influir en la eficacia de estas terapias. A través del análisis de 30 especies bacterianas aisladas de los tumores, los científicos observaron que las secreciones bacterianas pueden incrementar o disminuir la acción de la quimioterapia.
Por ejemplo, las secreciones de la bacteria del género Bacillus generaron resistencia a la temozolomida en las células cancerosas. Este hallazgo es crucial, ya que muestra cómo las comunidades bacterianas en los tumores pueden afectar la respuesta a los tratamientos y, en consecuencia, la supervivencia de los pacientes. Los investigadores notaron que aquellos pacientes con comunidades bacterianas más ricas en sus metástasis cerebrales tendían a tener un pronóstico más desfavorable.
La necesidad de una nueva perspectiva
Estos descubrimientos obligan a la comunidad científica a revaluar la concepción del cerebro como un entorno estéril. Según Straussman, “Hasta hace poco, considerábamos el cerebro un entorno estéril. El descubrimiento de poblaciones bacterianas en tumores cerebrales nos desafía a reconsiderar nuestras suposiciones sobre el cáncer y su tratamiento”. Este cambio de paradigma podría abrir nuevas vías para el diagnóstico y el tratamiento del cáncer cerebral, ofreciendo la posibilidad de desarrollar estrategias que consideren la microbiota tumoral como un factor a tener en cuenta en la terapia oncológica.
El futuro de la investigación en este ámbito es prometedor, ya que los científicos del Instituto Weizmann planean estudiar si ciertas bacterias también habitan en cerebros sanos y cómo estas pueden influir en la salud general del organismo. A medida que se profundiza en el conocimiento sobre la relación entre las bacterias y el cáncer, se abre la puerta a la posibilidad de tratamientos más efectivos y personalizados para los pacientes que enfrentan esta dura enfermedad.

