Contexto de violencia en Siria Siria, tras más de una década de guerra civil, sigue siendo un campo de batalla no solo entre fuerzas gubernamentales y rebeldes, sino también entre facciones internas que luchan por el poder. Recientemente, la ciudad de Jableh, en la costa siria, fue escenario de violentos enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad del gobierno interino de Ahmed al-Sharaa y milicias leales al exdictador Bashar al-Assad.
Este episodio, que resultó en la muerte de al menos 13 miembros de las fuerzas de seguridad, destaca la complejidad de la situación en el país y la fragilidad del nuevo orden político. Escalada de tensiones y desafíos de seguridad Los enfrentamientos en Jableh no son un evento aislado, sino parte de una escalada de tensiones que afecta la región costera, un bastión de la comunidad alauita que apoyó a Assad.
Las milicias leales al exdictador, que aún operan en la zona, atacaron patrullas de seguridad, resultando en un número significativo de muertos y heridos. El teniente coronel Mustafa Kunaifati, jefe de seguridad de la provincia de Latakia, describió la situación como un ataque coordinado, evidenciando la persistencia de grupos armados que desafían la autoridad del nuevo gobierno.
Repercusiones y el futuro de Siria Las consecuencias de estos enfrentamientos son profundas. La violencia no solo amenaza la seguridad de la región, sino que también complica los esfuerzos de Sharaa para consolidar su control sobre Siria. La declaración de Israel de que no tolerará la presencia de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) en la región suroeste añade una capa adicional de complejidad al ya tenso escenario.
Además, la falta de diálogo entre el nuevo gobierno y las principales figuras alauitas sugiere que la inclusión prometida por Sharaa puede ser más difícil de alcanzar de lo esperado. Mientras tanto, la población civil sigue sufriendo las consecuencias de la inestabilidad.
Informes de violencia y represión en áreas como Homs y Latakia indican que la lucha por el poder en Siria está lejos de terminar. El toque de queda impuesto en Tartus, donde estallaron protestas contra el nuevo gobierno, es una señal clara de que la situación sigue siendo volátil. La comunidad internacional observa atentamente, pero las soluciones parecen distantes, mientras Siria se debate entre el pasado y un futuro incierto.