La noticia del fallecimiento de José ‘Pepe’ Mujica, el ex presidente de Uruguay, ha resonado en todo el continente. A los 89 años, Mujica dejó este mundo tras una lucha valiente contra el cáncer de esófago. Su partida no solo marca la pérdida de un líder político, sino también de un símbolo de coherencia y transformación social. Mujica, quien gobernó entre 2010 y 2015, fue un referente para muchos, no solo en Uruguay sino en toda Latinoamérica.
Un presidente atípico
Su gobierno fue un verdadero hito en la historia reciente de Uruguay. En un periodo donde muchos líderes se enfocaban en la retórica populista, Mujica demostró que era posible implementar políticas de transformación sin recurrir a medidas drásticas. Durante su mandato, el Producto Interno Bruto creció un 75%, y la tasa de pobreza se redujo del 40% al 12%. Esto lo hizo a través de un enfoque pragmático que priorizó el bienestar social. Recuerdo cuando se celebraba cada nuevo avance en derechos y en la economía; era un aire fresco en un continente muchas veces marcado por la inestabilidad.
El ‘milagro económico’ uruguayo
Muchos podrían pensar que este éxito fue un golpe de suerte, pero en realidad fue el resultado de una estrategia bien pensada. Mujica aumentó el salario mínimo real en más del 54%, fomentó el gasto social y priorizó la inversión pública. Casi sin darnos cuenta, Uruguay se convirtió en uno de los países más equitativos de América Latina. La confederación internacional de sindicatos incluso lo reconoció como el país más avanzado en derechos laborales. Esto demuestra que, a veces, solo se necesita un poco de sentido común y un gran corazón para hacer las cosas bien.
Innovaciones audaces y controversiales
Una de las decisiones más osadas de Mujica fue la legalización de la marihuana en 2013. En aquel entonces, muchos lo veían como un experimento arriesgado, pero él lo consideraba una forma de combatir el narcotráfico y un problema de salud pública. Al regular su producción y venta, Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en implementar un modelo estatal para la marihuana. Años después, los resultados han sido positivos: disminución del mercado negro, mejor control de calidad y una industria de cannabis medicinal en auge. ¿Quién lo habría imaginado? Mujica siempre decía que la política debía ser sobre el bien común, no sobre el beneficio personal.
Derechos humanos y avances sociales
Otro pilar fundamental de su legado es su impulso por los derechos humanos. En 2012, Uruguay legalizó la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 12 semanas, lo que llevó a una drástica reducción de muertes por abortos clandestinos. Además, ese mismo año, se aprobó la ley de matrimonio igualitario, convirtiendo a Uruguay en un líder en derechos LGTB+ en la región. Para muchos, estas reformas fueron un signo de valentía y progreso. “Hemos decidido aceptar la existencia de la realidad”, fue como Mujica justificó su enfoque. En mi opinión, estas decisiones no solo beneficiaron a una parte de la población, sino que elevaron a Uruguay al estatus de luz progresista en un continente que a veces se siente atrapado en el pasado.
La huella de Mujica en la energía y la vivienda
Durante su gestión, Mujica también transformó la matriz energética del país, logrando que más del 90% de la electricidad proviniera de fuentes renovables. Esto no solo redujo la dependencia del petróleo, sino que colocó a Uruguay como un modelo a seguir en sostenibilidad. Además, lanzó el Plan Juntos, que permitió la construcción de más de 15,000 viviendas para quienes más lo necesitaban. Sin duda, Mujica demostró que la política puede ser un verdadero motor de cambio y bienestar social.
Un legado que trasciende fronteras
La imagen de Mujica, con su estilo austero y su famoso Volkswagen Beetle, es un símbolo global. Su vida es un recordatorio de que, cuando se trata de liderazgo, lo que importa es la autenticidad y el servicio a la gente. A menudo decía: “El poder reside en el corazón de las grandes masas”, y así es como gobernó: con cercanía, humildad y un enfoque centrado en la comunidad. Su legado va más allá de las cifras y los logros legislativos; es un legado ético, un faro de esperanza y un llamado a la acción para todos aquellos que creen en la política como herramienta de transformación. Incluso en su retiro, continuó siendo una voz influyente en la política uruguaya, guiando a su sucesor con la misma pasión que lo caracterizó durante su presidencia.



